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El nuevo etiquetado no va a resolver el problema de la mala alimentación por estas razones

Estos son los argumentos de los especialistas que pronostican un fracaso en la finalidad de la medida: reducir la obesidad y el sobrepeso de la población mexicana.

A Tania le gusta fumar. Tiene 38 años. Cuenta que se espantó cuando descubrió imágenes de bebés prematuros, pacientes con oxígeno en camas de hospital y pulmones teñidos de negro. Optó por comprarse una cigarrera para desechar lo antes posible los empaques de cigarros. Ya casi pasaron 12 años y Tania no ha dejado de fumar, pese a las advertencias de los empaques no ha modificado sus hábitos. El tema viene a colación con las modificaciones a la NOM-051 para alimentos y bebidas no alcohólicas en el país.

Las acciones aisladas nunca dan buenos resultados. Es la frase que con más frecuencia se repite cuando se consulta a especialistas en nutrición, etiquetado y neurociencia sobre el impacto que tendrá la implementación.El problema de la obesidad y el sobrepeso es de orden multifactorial: en el influyen razones económicas, sociales, políticas, culturales y educativas que no se esfumarán con la aparición de octágonos negros en las etiquetas de los alimentos.

“Es un hecho que las empresas deben cambiar sus productos, hacer un esfuerzo. Si se reconocen como socialmente responsables, a ellas mismas les conviene”, asegura Ana Bertha Pérez, licenciada en Nutrición y Ciencia de los Alimentos por la Universidad Iberoamericana y maestra en Ciencias de la Salud.

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Como asesora en temas de nutrición y salud, académica, consultora e investigadora; la maestra Pérez sabe bien cómo se alimentan los mexicanos. Fue presidenta del Colegio Mexicano de Nutriólogos y del Consejo Nacional para la Calidad de Programas Educativos en Nutriología A.C. Por ello afirma: “si no hemos logrado ponernos el tapabocas y lavarnos las manos, y vemos que hay gente que se está muriendo, unos sellos no van a hacer la diferencia”.

Agrega que lo que realmente va a funcionar es una campaña integral encabezada por la Secretaría de Salud en la que se difundan los beneficios básicos de una alimentación saludable, la necesidad de hacer actividad física, combatir el sedentarismo, facilitar el acceso al agua potable y tomar agua.

“Sólo pensar en los sellos [como la única solución] es un grave problema”, refiere.

En ello coincide el doctor Luis Fernando Hernández, representante del Consejo Latinoamericano de Información de Alimentos y Salud (CLIAS). Advierte que la campaña de promoción gubernamental para entender el nuevo etiquetado aún no aparece, por lo que puede generar confusión entre algunos compradores.

“Hay que enseñar a la gente a leer las etiquetas. Aparecerá exceso de calorías, pero ¿qué significa eso?, quizá alguien puede suponer lo contrario a lo que se quiere comunicar. La gente ve los datos del contenido y una parte muy baja de la población, solo un 3%, los identifica”, expone el médico, que también ha laborado como académico en la Facultad de Medicina de la UNAM, consultor de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y, como funcionario público en sexenios pasados.

Su colega en el CLIAS, el doctor Enrique Ríos, médico cirujano con doctorado en Salud Pública por la Universidad de California en Berkeley, comenta que la clave de una alimentación saludable está en el equilibrio. Señala que no hay alimentos ni buenos ni malos, sino frecuencias de consumo. Por ello es necesario darle al comprador las herramientas necesarias para mejorar su alimentación.

Ambos alertan sobre la propuesta de la Secretaría de Salud de impedir la fortificación a alimentos procesados que tengan algún sello – actualmente está en periodo de recepción de comentarios en la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria (Conamer), para su posterior publicación-. La mala alimentación también está vinculada a una carencia de micronutrientes (vitaminas y minerales) que podría acarrear consecuencias como bajo crecimiento, aprendizaje tardío y menor productividad. La fortificación de alimentos es una práctica común en la industria porque no hay ningún alimento que por sí mismo proporcione todos los nutrientes. Con ello, una parte de la población, sobre todo la de menores recursos, serían los más afectados porque dejarían de incluirse esos micronutrientes en alimentos como cereales, lácteos y productos de panadería, principalmente.

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La experiencia chilena: cuatro años de etiquetado y pocos resultados

El modelo de etiquetado en el que se inspiró el mexicano proviene de Chile, país que lo implementó el 27 de junio de 2016. De acuerdo con el documento “Estudios de la OCDE sobre Salud Pública”, en 2016, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), identificó con cifras de la Encuesta Nacional de Salud, que en ese país un 39.8% de la población padecía sobrepeso y un 34.4% obesidad, la misma OCDE en su análisis presentado en 2019, ubica a Chile con un 74.2% de personas con sobrepeso y obesidad, lo que puso al país sudamericano en la cabeza del índice, al superar a México con 72.5% y a Estados Unidos con 71%.

De acuerdo con un estudio publicado en la revista Nutrition en 2019, la mayoría de los chilenos no está dispuesto a modificar su consumo, aun con sellos de advertencia. La investigación fue realizada por nutricionistas de las universidades de San Sebastián y Barcelona. El diario La Tercera de Chile, lo consignó así, “La mayoría de las personas no está consciente del problema que representan estos nutrientes críticos en esos productos envasados y por lo tanto, no tienen ninguna intención de cambiar su consumo.”

Lo que sí cambió fue el consumo de bebidas o jugos con azúcar. En el estudio sobre Salud Pública Global, en el que trabajaron investigadores de las universidades de Carolina, Chile y el Instituto Nacional de Salud Pública de México se concluyó que disminuyó en 24% la compra de bebidas no saludables.

“En Uruguay y Chile les ha pasado que dejan de comprar ciertos productos, pero no bajan de peso porque luego consumen alimentos altos en calorías que no tienen etiquetas y tampoco aprenden a alimentarse bien”, explica Mariana Curiel, directora de la Asociación Mexicana de Etiquetado, Etiquetado Nutrimental, Capacitación y Emprendimiento.

César Monroy, neurocientífico, resume la experiencia chilena: “Un par de meses la gente trató de reducir el consumo, pero poco a poco retoman sus hábitos”. Menciona que el National Institutes of Health (instituciones públicas de EU) afirma que no hay diferencia con los sellos de advertencia y difícilmente se modificarán los hábitos de consumo, la principal razón es que: “el consumidor se asusta, pero no está educado”.

Por lo pronto, en México, el 1 de octubre entra en vigor el nuevo etiquetado nutrimental en alimentos y bebidas no alcohólicas, sus sanciones se aplazaron al 1 de diciembre del 2020. ¿Será el camino distinto al de Chile?, la maestra Ana Bertha Pérez, responde, “no tenemos una bola de cristal, pero el verdadero cambio está en un conjunto de factores”.

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