El modelo económico lineal (extraer, producir y desechar sin miramientos) simple y sencillamente a largo plazo no es viable; pero es el que usamos desde hace más de un siglo. Sólo por citar uno de los muchos indicios de que hemos hecho las cosas mal al respecto: de acuerdo con la organización Global Footprint Network, el 28 de julio pasado, fue el día en que los seres humanos agotamos los recursos naturales que el planeta es capaz de renovar en un año.
Como una alternativa, la Fundación Ellen MacArthur impulsó, hace poco más de una década, el concepto de “economía circular”, una redefinición del modelo de producción, pero con énfasis en el cuidado al medioambiente y el bienestar de toda la sociedad. No suena nada mal. De hecho, de tan buena, la idea parece algo más que remota.
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¿Qué es en realidad la economía circular?
Existen muchas definiciones de lo que es la economía circular. El doctor Eduardo Aguiñaga, director de Programas Full-Time de la EGADE Business School, prefiere una que plantea precisamente la Fundación Ellen MacArthur.
“La economía circular es un sistema industrial que es restaurativo y regenerativo por intención y diseño. Es decir, nos habla de cómo podemos diseñar una cadena productiva generando el menor daño posible y recuperar el daño que ya sea hecho en la parte social y ambiental”, expone Aguiñaga.
Hay un modelo de desarrollo circular por excelencia y que hace que todos lo entendamos mejor: la naturaleza. “El ciclo del agua, el del hidrógeno… Los ciclos biológicos de la naturaleza son completamente circulares. Si sacamos de la ecuación al ser humano, todo se regula, todo está perfectamente balanceado”, esclarece el doctor Aguiñaga.
El gran problema es que estamos aquí y tenemos que hacernos responsables de lo que generamos y cómo lo hacemos. Una de las claves está en desacoplar la generación de ingresos de la extracción de recursos. Esto es, cómo generar ventas sin la necesidad de ir a la naturaleza a extraer y explotar metales, madera, minerales y recursos en general. En efecto, no será para nada fácil.
La economía circular permea en la industria de alimentos y bebidas
Nataly Restrepo, consultora de innovación para la industria de alimentos y bebidas, sugiere un cambio de paradigma donde los “desechos” del sector dejen de ser y de llamarse así para convertirse en “co-productos” que deben ser valorados. “El desperdicio es un recurso que no se está utilizando, significa pérdida de dinero. Muchas empresas han empezado a detectar eso”, comenta.
La diseñadora industrial y maestra en diseño de nuevas prácticas alimentarias menciona el caso de Toast, una marca de cerveza que aprovecha los desperdicios de la industria panadera británica para crear cerveza.
En México también existen casos de los que ya hemos dado cuenta en Goula. BioSolutions, empresa regiomontana que produce bioplásticos a partir del bagazo de agave que desecha la industria tequilera. O BioFase, un emprendimiento que se aventuró a hacer cucharas, contenedores, platos y popotes con la semilla de aguacate.
El siguiente paso es que las empresas optimicen su cadena de producción para utilizar todo lo que tienen a su alcance, incluidos sus “co-productos”.
“Las empresas tienen que empezar a ver cómo adaptar su negocio para expandirlo hacia nuevos mercados de consumo, hacia nuevas categorías de producto. Por ejemplo, que un productor de jugos que se atreva a crear barritas energéticas y funcionales con el bagazo de frutas y verduras que hoy desecha”, anima la maestra Restrepo.
Así en el sector del café, en el del azúcar, en el panadero, en el cervecero… Las posibilidades en distintas categorías de productos son enormes. “Además de la parte ética y de responsabilidad ambiental, la parte de negocio puede ser bastante interesante”, agrega.
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Más avances A&B hacia la economía circular… pero es sólo el principio
Además del precepto “cero desperdicios”, hay otro principio de la economía circular que la industria debe plantearse: la buena interacción entre materiales técnicos y biológicos. Los materiales técnicos son todo lo que es inorgánico: metales, minerales, plásticos… todo aquello que no puede volver de manera segura a la naturaleza. Los materiales biológicos, como se puede suponer, son todos los que se pueden regresar al planeta sin tener un impacto negativo. “Este principio de la economía circular consiste en mantener estos materiales funcionando, pero intentar que no se mezclen. Un ejemplo muy claro de cómo no hacerlo son los envases que conocemos como ‘tetrapack’, refiere Eduardo Aguiñaga.
Aguiñaga, quien centra su investigación en temas de sustentabilidad e innovación, explica que este tipo de envases, por sus mezclas de cartón, plásticos y aluminio, fueron por muchos años los villanos más representativos de la economía lineal, porque era todo un reto reciclarlos.
Hoy, la industria de envasado para el sector alimentario ha diseñado envases que mitigan su impacto ambiental. Está el caso de SIG, empresa suiza con presencia en México, que ha creado envases asépticos con cartón procedente de bosques sustentables, que eliminan la capa de aluminio. Tienen polímeros para el laminado del cartón y la fabricación de las tapas, también originados en fuentes de madera renovable.
“Era un problema de diseño que se ha ido resolviendo. Si tenemos un metal, hay que buscar reutilizarlo, remanufacturarlo o reciclarlo. En el caso de los materiales biológicos, hay que pensar cómo les extraigo mayor valor en vez de mandarlos a los rellenos sanitarios. Intentemos no mezclarlos y cerrar los ciclos de cada material”, explica el catedrático de la EGADE Business School.
La economía circular es una utopía, aunque hay que intentarlo
El doctor Aguiñaga confirma que la transición de un modelo económico lineal hacía una economía circular no es nada sencilla. “A nivel global, son contados los países que trabajan seriamente en el tema. Aunque se están dando las condiciones para que esto se dé, sigue siendo algo incipiente, pero eso sí cada vez más aceptado”, reflexiona.
Alcanzar una economía circular medianamente consolidada parece ser, por lo pronto, algo poco alcanzable. La maestra Restrepo considera que, por cómo están diseñadas las cadenas de producción y distribución, la economía circular es una utopía.
“Lo hemos venido haciendo de una forma súper lineal. Además, hay poca colaboración entre las empresas. Por ejemplo, que los desechos de una se conviertan en los recursos de otra implica un modelo colaborativo que hoy casi no existe”, comenta.
Pese a ello, la consultora confía en que sigan apareciendo cada vez más empresas que revelen modelos de negocio relacionados con la economía circular que ni siquiera hemos contemplado. Quién sabe, quizá los próximos unicornios (startups que alcanzan una valuación de mil millones de dólares) podrían ser aquellos que se enfoquen en contrarrestar la economía lineal.
“Una economía circular perfecta es algo utópico, en el sentido de que algo sea completamente bueno. Pero en vez de verlo como una utopía, veámoslo como un agente de inspiración, una meta a la que queremos llegar”, concluye el doctor Aguiñaga. Quizá la próxima industria millonaria se descubra en el camino hacia la economía circular. Es cosa de que, como dice Eduardo Aguiñaga, las nuevas mentes brillantes que han de cambiar el destino de nuestro planeta se inspiren.