El pasado 31 de mayo, las autoridades de la República Popular de China autorizaron que los matrimonios en ese país pudieran tener tres hijos. Las parejas que lo consigan recibirán licencias de maternidad o reducción en los costos de la educación.
Es un cambio de rumbo en la visión demográfica en ese país asiático. En 1979 habían establecido la política de un solo hijo, debido a que en aquel año la población china se acercaba a los mil millones de personas. Tres décadas antes, era aproximadamente la mitad.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), China sigue siendo el país más poblado del mundo, con aproximadamente mil 440 millones de habitantes. Junto con la India y sus mil 390 millones, son las naciones con más seres humanos. Ambas representan el 19% y 18% de la población mundial, respectivamente. De acuerdo con las tendencias de crecimiento de población, es probable que para el año 2027, India supere a China en este aspecto.
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El gobierno chino ya había relajado sus reglas en 2016, con la intención de reactivar la natalidad y contrarrestar el envejecimiento de su población. En esa ocasión permitió a sus ciudadanos tener un segundo hijo. Tales medidas no han sido suficientes: el número de matrimonios va a la baja, el costo de la vivienda ha aumentado, y las mujeres ahora privilegian su carrera profesional y están evitando o posponiendo los embarazos. Se estima que entre 2021 y 2050, China reduzca su población en 31.4 millones (un 2.2% menos).
Diversos especialistas dudan del éxito de la nueva política del tercer hijo porque, tal como está perfilada, hace recaer la responsabilidad del envejecimiento de la población sobre las familias y no tanto sobre las acciones gubernamentales que deberían asumir un rol preponderante, con compromisos financieros concretos. Además, los cambios demográficos no se dan en el corto plazo.
Pese a esos vaivenes en política de población, la tendencia de una cada vez mayor demanda de alimentos por parte de China es muy clara. Según datos de la Dirección Nacional de Estadísticas de ese país, se proyecta que en 2021 China sea el mayor importador mundial de comida. Y si tiene éxito, la nueva política demográfica china de tres hijos por familia bien podría abrir oportunidades para extender el mercado mexicano de exportación.
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En la actualidad, el comercio agroalimentario entre México y China ya nos resulta favorable. De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), la balanza comercial agroalimentaria con China a 2020 fue superavitaria para México: las importaciones tuvieron un monto de 555 millones de dólares y las exportaciones 624 millones de dólares.
Durante los últimos cinco años, las exportaciones mexicanas a ese destino se multiplicaron por cuatro. Lo anterior es muy significativo si consideramos que, dado que nuestro país no tiene un Tratado de Libre Comercio con China, ese aumento se ha logrado realizando negociaciones producto por producto.
La carne de cerdo es el producto mexicano más importante, seguido de harina de maíz, langosta, nueces, cerveza y camarones, entre los más destacados. Recientemente la Sader y la Dirección General de Aduanas de la República Popular China formalizaron el protocolo sanitario para la exportación de sorgo mexicano a ese país; se plantea exportar para el primer año un volumen de entre 50 mil y cien mil toneladas. También se busca cerrar acuerdos para la exportación de vísceras de cerdo.
Las decisiones en el ámbito de la demografía en el país más poblado del mundo fortalecen nuestra convicción de que, en cualquier definición de una política alimentaria nacional, la variable demográfica es una de las más importantes a considerar, ahora y siempre, aquí y en China.