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Kombucha Y Su Desafío Para Conquistar Más Paladares Mexicanos

TENDENCIA

Kombucha y su desafío para conquistar más paladares mexicanos

A los mexicanos sí les gusta la kombucha. Dos emprendedoras nos cuentan cómo iniciaron su negocio, llegaron al retail, y qué adaptaciones han hecho para permanecer en el gusto nacional.

La kombucha es una bebida fermentada a base de agua, azúcar y té. Pero no con cualquier tisana, sólo con la auténtica bebida milenaria que se prepara con la planta camellia sinensis. La buena noticia es que a los mexicanos sí les gusta la kombucha. Esta es la historia de negocio de dos emprendedoras que compiten con calidad y variedad.

El té es la segunda bebida más consumida en el mundo. A la tendencia del bubble tea podemos agregar el interés cada vez más amplio por la kombucha. De acuerdo con Euromonitor International, el mercado global de Carbonated RTD Tea and Kombucha tuvo un valor, en 2022, de 2 mil 847 millones de dólares. Para 2027 se espera que la cifra alcance casi mil millones más para llegar a los 3 mil 788 millones de dólares.

En México hay varias marcas de esta bebida. La mayoría están lideradas por entusiastas de la producción de kombucha artesanal y que han experimentado con ella para adaptarla al paladar mexicano.

Porque en esto sí están de acuerdo: el mayor reto es educar a los consumidores sobre qué es y qué beneficios tiene. Con esto en mente, han nacido kombuchas sabor jamaica, mango, guayaba y durazno, entre muchos otros.

Los kombucheros, como les gusta llamarse, más que competencia, están en un momento de unión de fuerzas para dar a conocer sus productos y que cada vez más mexicanos se enamoren de la kombucha, como ellos lo están.

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kombucha mi amor
 

Kombucha Mi Amor. La apuesta por kombucha sin azúcar

Cristina Millet se encontraba en medio de un emprendimiento de tisanas medicinales cuando, en un restaurante de la Ciudad de México, conoció la kombucha. No la descubrió en el menú. Un vendedor ambulante se acercó a su mesa y le ofreció kombucha artesanal. Le explicó que era un té que le haría muy bien en el estómago. “La probé sólo por curiosidad. En esos días yo tenía muchos problemas de colitis y no podía creer el alivio que me dio”, recuerda.

Millet comenzó a investigar y averiguó que la bebida originaría de China (y tan milenaria como el mismo té) ya tenía presencia comercial en México. Sin embargo, en otros países el mercado estaba mucho más desarrollado. “Vi que hacían kombucha con todo: kombucha con frutas, con verduras, con alcohol…”.

Ahí surgió el tan buscado y pocas veces encontrado, chispazo emprendedor. ¿Por qué no combinar sus avances en tisanas medicinales con kombucha? Los estudios de Cristina en gastronomía y herbolaria allanaron el camino. En 2019, la emprendedora comenzó a hacer pruebas del fermento. “Crecí mi scoby”, dice. Explica que scoby (symbiotic culture of bacterias and yeasts) son bacterias y levaduras que dan origen a la kombucha.

“La kombucha original es té verde y azúcar. Lo hice así, pero a mí no me gusta el azúcar, así que empecé a hacer pruebas con piloncillo que tiene minerales y alimenta mejor al cultivo”, continúa.

Millet combinó su fórmula con ingredientes como jazmín, manzanilla, lavanda, toronjil, jengibre y flor de azar para crear un portafolio de kombuchas con sabores y denominaciones especiales: Elixir Boost, Kombrew, Relax, Peace, Focus y kombucha tradicional. Todo lo hace en la cocina de su casa.

Al principio, dio a probar sus creaciones entre amigos y familiares. A todos les gustó el sabor a kombucha sin azúcar. Luego, comenzó a vender sus kombuchas en frascos genéricos de color ambar, con etiquetas hechas a mano. Su esposo la impulsó a abrir su cuenta de instagram para promover el incipiente negocio. “Poco a poco me empezaron a escribir personas que tenían o un gimnasio o una cafetería o una tienda orgánica para preguntar por mis kombuchas. Todo se empezó a mover súper orgánico”, comparte.

Kombucha Mi Amor comenzó a surtir pedidos con entusiasmo hasta que llegó la solicitud de los restaurantes Ojo de Agua. “Me hablaron y me dijeron que necesitaban 500 botellas de kombucha para pasado mañana. Ahí fue cuando dije: ‘No, esto lo tengo que hacer bien’”.

Entre 2020 y 2021, Christina montó un taller y contrató a dos personas más. “Yo podía estar de 10 de la mañana a 10 de la noche haciendo kombucha y era feliz, pero necesitaba ayuda”. Millet hizo todo lo necesario para convertir su emprendimiento “de cocina” a un negocio escalable: alta en Hacienda, código de barras, tabla nutrimental, creación de etiquetas y logotipo…

El siguiente gran golpe de mercado fue cuando Farmacias San Pablo se acercó a ella. “Así, como si nada, una chica de su departamento de Salud Natural me dijo que estaban creciendo y que querían ampliar su carpeta de productos. Probaron las kombuchas y les encantaron”, rememora aún con entusiasmo.

A estos dos acercamientos de clientes espontáneos, la emprendedora ha sumado otros esfuerzos para vender sus bebidas. Kombucha Mi Amor ha tocado grandes puertas que se han abierto, como Yema y Sears. Pero también ha sumado a restaurantes, hoteles y tiendas de productos orgánicos.

“Es mucha talacha. Es difícil pero esto ha ido creciendo. Al principio, les decía kombucha y todos: ‘¿Qué es eso? La neta es que todos lo kombucheros mexicanos nos hemos esforzado en educar a la gente sobre qué somos y qué vendemos”, comenta.

En la actualidad, Kombucha Mi Amor vende hasta 3 mil kombuchas al mes. “La idea es que cada vez la gente nos conozca, nos pruebe y esto detone”, concluye Millet.

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Kombucha y su desafío para conquistar más paladares mexicanos
 

Dominga Kombucha. La herencia de un emprendimiento que sigue creciendo

Dominique Gendreau vivió una etapa emocionalmente difícil que la llevó a dudar sobre a qué quería dedicarse. La única salida que vio en ese momento, hace unos seis años, fue hacer un viaje a Canadá para visitar a un primo, dueño de una pequeña empresa de cerveza artesanal. Ahí, Dominique conoció la fermentación… y la kombucha.

A su regreso a México, a Puebla en específico, Dominique comenzó a hacer crecer su scoby y a experimentar la creación de sabores. “Literalmente, hacía kombucha en el closet de su mamá. Sacaba pequeñas muestras y nos daba a probar”, recuerda Angélica López, socia y directora de operaciones de la empresa.

Ese closet fue la cuna de Dominga Kombucha. Dominique y un par de socios emprendieron el negocio e hicieron crecer la marca hasta que surgieron desacuerdos que disolvieron la sociedad en 2019.

Dominique buscó a su amiga Angélica y le propuso trabajar con ella para reactivar la producción de la bebida. Montaron un taller, aprovecharon el camino recorrido por Dominique y pronto tuvieron que contratar a dos personas más para la elaboración de la kombucha.

“Es un proceso muy artesanal. No se necesita una gran inversión para crecer mucho. Se necesita, obviamente, el scoby, estufa, refrigeradores y nosotros fermentamos en tambos de plástico grado alimenticio”, explica Angélica. Al año del relanzamiento, Dominique vivió un nuevo vuelco de vida y se comprometió en matrimonio. No iba más y le propuso a su amiga quedarse con el negocio.

“Yo tenía 23 años y, la verdad, sí me dio mucho miedo. Pero me encantaba lo que hacíamos: el proceso, nuestra imagen, el sabor… Pensé: ‘¡Kombucha gratis toda la vida!’”, confiesa Angélica su nerviosismo de aquel momento. Fue con su hermano, Marco López, en quien encontró respaldo para decidir tomar las riendas de Dominga Kombucha. Marco, que había estudiado administración, vio la información financiera del negocio y le dijo que podrían hacerlo crecer. Dominique se quedó con una parte de las utilidades futuras, pero a partir de ahí era responsabilidad de Angélica.

Marco es por completo operativo. Angélica se dedicó más a la mercadotecnia y ventas. En ese entonces, 2021, ya vendían kombucha para la cadena HEB, pero Angélica vio más oportunidad en los restaurantes, hoteles, tiendas y en cualquier lugar donde se pueda tener contacto directo con los verdaderos tomadores de decisiones. Porque no es nada fácil vender una bebida que la mayoría de los mexicanos desconoce.

Con los grandes del retail hay que mandar correos, esperar semanas por una respuesta y quizá meses para presentar una degustación del producto. “Basta con que la persona indicada me acepte una muestra para que se sorprenda con nuestra kombucha y haya posibilidades de hacer trato”, afirma Angélica López. Así ha logrado colocar sus kombuchas poblanas sabor durazno, guayaba, jengibre, manzana verde y jamaica en puntos de venta ubicados en la Ciudad de México, Mérida, Chiapas, Tabasco y la misma Puebla.

Hoy Dominga Kombucha vende unas cinco mil botellas al mes. El negocio da trabajo a cuatro personas, además de ella y su hermano. Ellos ven una gran oportunidad en el mercado de kombucha mexicana porque en realidad es un terreno aún virgen. “Yo creo que ni el 1% de los mexicanos saben lo que es la kombucha. Es un producto muy de nicho. Esto va a crecer sí o sí”, estima Angélica.

La emprendedora coincide que en este momento no hay cabida para una guerra entre marcas de kombucha. “Yo diría a los consumidores que prueben todas”. Ahora mismo los kombucheros están en la misma misión: que los consumidores prueben de qué se trata lo que aquí se ha hablado.

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