Ian Hrovatin conoció el açaí (se pronuncia “asaí“) en Río de Janeiro, Brasil, a inicios de este siglo. De día trabajaba en la ONU, por las noches era bartender en un hostal. En la barra, alguien le dio a probar de esas bayas color guinda. Él no podía saberlo, pero esa degustación cambió su destino. “Fue una experiencia sensorial. Los alimentos ofrecen una experiencia que abarca todos los sentidos: el tacto, el gusto, el color… Para mí fue justo el color. Y un sabor muy diferente.”
Hrovatin es un emprendedor de origen italiano que lleva ya casi una década en México. Fundó su empresa, Vero Amore, en el 2015 (un socio aportó el capital). Hasta ese momento no tenía formación en manejo de negocios, de finanzas, de economía. No sólo eso: para emprender renunció a una exitosa carrera en Naciones Unidas. Tenía 27 años. “Parte de la juventud fue aventarme el brinco en la oscuridad, sin saber mucho. Fue aprender sobre la marcha.”
En noviembre del año pasado, Vero Amore, con su Pulpa De Açaí Orgánico, obtuvo el reconocimiento al Mejor Producto Superfood del Año en la categoría de Nutrición, en los Goula Awards.
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Una probada de açaí puede cambiar tu vida
Hrovatin convirtió al açaí en su almuerzo diario, y la nueva dieta le sentó muy bien. “En aquel entonces, la idea de ‘superalimento’, al menos en Brasil, no era muy común”, cuenta, “pero ahí se quedó en mi subconsciente la idea de que esta fruta es increíble y en algún momento debería de darla a conocer.”
Pasaron los años. En la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) aprendió de programas que fomentan medios de subsistencia alternativos al cultivo de estupefacientes como la coca o la amapola. Le impactó particularmente el caso de Colombia. Ahí se promueve el cultivo del açaí como un medio de transición para campesinos que cultivan coca, hacia una economía de cultivos legales.
Cuando su trabajo en la UNODC lo llevó a México, le impactó que un país con tanta abundancia natural y de alimentos, tuviera un consumo tan masivo de productos de escaso valor nutricional. La consecuencia es la epidemia evitable de enfermedades como la diabetes tipo II, y de condiciones médicas como la obesidad y el sobrepeso. “Me pareció obsceno el contraste entre la abundancia de México y la omnipresencia de la comida chatarra y de las enfermedades que esto conlleva.”
Finalmente, todas las piezas encajaron: Sus intereses profesionales sobre desarrollo comunitario y prevención del delito. El fomento de estilos de vida saludables. El cultivo del açaí en Colombia. Incluso una relación bastante complicada con alguno de sus jefes… Todo se resolvió en una decisión de vida. “Dije: voy a dejar mi trabajo en Naciones Unidas y empiezo mi propio negocio.”
Del açaí al cacao con una misma filosofía
Al principio sólo vendía açaí en tienditas de productos orgánicos en México. Aunque la demanda fue creciendo, apenas se desplazaban unos 300 kilos al mes. Entonces, hace tres años, entraron a los supermercados. “Literal fue como graduarnos de la primaria a la universidad”, exclama. Muy pronto ya vendían 6 toneladas mensuales. “Cada año hemos tenido un aumento de entre el 15 y 20%, lo cual en la situación en la cual estamos, con pandemia y contracción de flujo de efectivo de las familias, realmente han sido muy buenos números a pesar de todo.” Hoy venden al mes unas 10 toneladas de açaí y dan sustento a 5 mil familias en la región del Putumayo en la Amazonia colombiana.
Pero ahí no se han detenido y ya tienen nuevos emprendimientos. Un día supo de un proyecto de cacao en la selva Lacandona. Un sistema de manejo agroforestal que implicaba la generación de un “bosque comestible”. Es decir, se siembra dentro de la selva sin desmontarla o bien, en las zonas deforestadas se reforesta con distintos árboles y plantas que imitan al ecosistema selvático. El proceso regenera el suelo, secuestra carbono de la atmósfera, y promueve el regreso de especies animales a la región. “Buscamos historias y procesos que resulten en un producto saludable, que apoye la economía de pequeños campesinos, y con procesos que conservan y regeneran ecosistemas silvestres.”
Empezaron hace dos años y ya aportan, por medio del cacao, un flujo de efectivo a unas 250 familias en una zona afectada por marginación, falta de empleo, violencia y penetración de la delincuencia organizada.
A diferencia del açaí, vender el cacao ha sido más complejo y la competencia es más feroz. El suyo es un cacao más caro que otros. Además, el concepto “chocolate” se ha prostituido con productos de poco valor nutricional, siendo que el cacao es un alimento repleto de antioxidantes, de hierro, de magnesio, de zinc. “Estamos en un proceso de generar consciencia… ¡absurdamente, porque México es una tierra de cacao, es el territorio donde se domesticó!”
Eso, confiesa, lo tiene ahora más involucrado con el cacao que con el açaí. “De hecho, justo ahorita estoy tomando una taza de cacao…”
Ahora, mira nuestro mini documental sobre Vero Amore: