La industria alimentaria puede contribuir en la meta de acabar con la dependencia de la aviación de los combustibles fósiles. Prácticamente con cualquier tipo de biomasa se producen combustibles de aviación sostenibles (SAF, por sus siglas en inglés). Residuos como hueso de aceituna y aceite de cocina ya se usan en otras partes del mundo para este fin. En México, en breve, los aviones también serán impulsados por residuos de alimentos.
Antes de la pandemia, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA) estimaba que la industria de la aviación contribuía con alrededor del 2% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) del mundo.
El estudio “Quantifying aviation’s contribution to global warming” (“Cuantificando la contribución de la aviación al calentamiento global”), publicado en Environmental Research Letters en noviembre de 2021, asegura que el crecimiento de la aviación aporta al calentamiento global más de lo que generalmente se cree y sitúa las emisiones de CO2 del transporte aéreo en 2.4%, con una tasa de crecimiento de 3% anual debido a la vuelta la normalidad, lo que duplicaría su contribución al calentamiento global para 2050.
La industria de la aviación quiere ir contra los pronósticos y se ha propuesto alcanzar cero emisiones de CO2 para 2050.
“Las aerolíneas del mundo han tomado una decisión crucial para garantizar un transporte aéreo sostenible”, dijo Willie Walsh, director general de IATA, en un comunicado de finales de 2021. Según sus estimaciones, el 65% de ese objetivo se alcanzará a través de combustibles de aviación sostenibles.
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Combustible hecho con huesos de aceituna y aceite de cocina usado
La industria alimentaria puede contribuir para dejar atrás a los combustibles fósiles y la aviación sostenible justamente impulsa esa industria. Los combustibles sostenibles son producidos prácticamente con cualquier tipo de biomasa, como lo explica la doctora Claudia Gutiérrez, coordinadora del grupo de investigación Procesos Sustentables de Producción de Bioenergéticos de la Universidad Autónoma de Querétaro.
“Por ejemplo, aceite usado y material lignocelulósico: pajas de cultivo, cascarilla de arroz: todos los residuos que quedan de los procesos de producción de los alimentos. La industria alimentaria tiene un rol bien importante porque nos puede generar materia prima para estos combustibles”.
En noviembre pasado, Cepsa, empresa enfocada en energía y movilidad sustentable, anunció que suministraría biocombustibles para 220 vuelos que partirían desde el Aeropuerto de Sevilla.
“Cepsa proporcionará este SAF a partir de huesos de aceituna y otros residuos vegetales del sector de la oliva en España”, informó la empresa en un comunicado. Air Europa, Air Nostrum, Iberia Express, Ryanair, Vueling y Wizz Air fueron las aerolíneas encargadas de estos vuelos.
La expectativa es que con este combustible cubrirían 400 mil kilómetros de trayecto de una aeronave media, el equivalente a dar 10 vueltas al mundo.
“Se trata de una cantidad suficiente para cubrir entre 400 y 500 horas de vuelo”, ampliaba la empresa que busca posicionar a Sevilla como la capital europea de la descarbonización del transporte aéreo.
En marzo del año pasado, Airbus anunció que se había realizado el primer vuelo de uno de sus aviones A380 propulsado al 100% por SAF. El avión despegó del aeropuerto de Blagnac, Toulouse, Francia. El vuelo duró unas tres horas.
El combustible se elaboró a partir de ácidos grasos hidroprocesados, sin aromáticos ni azufre, y compuesto principalmente de aceite de cocina usado, así como de otras grasas de desecho”, se lee en un comunicado.
El desarrollo de SAF con residuos de la industria alimentaria es una realidad. “Y no tenemos que competir con la alimentación. Hablamos de desechos de las casas o de los restaurantes, de residuos de los cultivos o de los alimentos procesados que pueden convertirse en combustible de aviación. Es técnicamente viable y sí tienen un menor impacto ambiental”, afirma la doctora Claudia Gutiérrez.
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Los “peros” a los biocombustibles para aviones
Al ver que el mercado de biocombustibles para la industria automotriz no ha terminado por despegar, una de las primeras dudas que surgen es: ¿por qué los SAF tendrían más probabilidades de éxito en la industria de la aviación?
“Esto se debe a la determinación que tiene el sector de la aviación para descarbonizarse y a que se impusieron objetivos muy ambiciosos”, responde la doctora Rodríguez.
La experta en procesos de producción de biocombustible señala que, en lo que éstos se refiere, la industria de transporte aéreo ha trabajado en certificaciones para sus SAF, en que las aerolíneas lleguen a metas de ciertos porcentajes de uso de biocombustibles (que se incrementarán de manera gradual) e incluso en sanciones para quienes no las cumplan. “Hay esfuerzos muy concretos para impulsar la industria SAF”, agrega.
También tiene que ver en que son un sector más pequeño, si lo vemos desde el punto de vista del número de aviones y el número de automotores que existen, lo que hace que sea más sencillo ponerse de acuerdo. En cuanto al uso de biocombustibles, la aviación planea rebasar volando a la industria automotriz.
Otro de los cuestionamientos a los SAF es lo que plantean asociaciones ambientalistas. Greenpeace señala en “5 trucos que la industria de la aviación nos juega para parecer ecológicos”, un artículo publicado en su página en junio del año pasado, que el biocombustible elaborado a partir de cultivos alimentarios puede llevar temas de deforestación.
“Yo creo que eso no tiene fundamento. Hay una metodología de análisis de ciclo de vida que evalúa el impacto ambiental de los SAF, desde su materia prima, y se ha demostrado que se puede reducir hasta en un 80% las emisiones de CO2 en el ciclo de vida completo cuando se compara con combustible fósil”, replica la doctora Claudia Gutiérrez.
Combustible para aviación sostenible a la mexicana
En 2011, la empresa Interjet realizó el primer vuelo con biocombustible en México. El avión, un Airbus A320, salió del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México con destino al Aeropuerto Ángel Albino Corzo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. La aeronave fue propulsada por dos motores, uno de ellos usó 30% de biocombustible derivado de aceite de jatropha curcas, una planta de ese estado.
“Es un cultivo que no es comestible. Las semillas de jatropha curcas tienen hasta un 50% de aceite con el que se puede crear biocombustible”, expone la investigadora de la Universidad Autónoma de Querétaro. Así que no es que estemos en pañales en el tema.
A partir de entonces, se ha avanzado mucho en términos de investigación. El reto ahora mismo es obtener financiamiento para montar plantas piloto para la producción de SAF. La tecnología existe, pero necesita ser validada para llevarla a la producción a gran escala.
“Hemos desarrollado procesos de mínimo costo y de mínimo impacto ecológico. Estamos ‘a tiro de piedra’ de demostrar la factibilidad económica”, dice con entusiasmo la doctora Gutiérrez. Si todo sale bien, estima, en dos o tres años los mexicanos podríamos tomar vuelos impulsados por biocombustibles.
Sin embargo, las noticias sobre el tema se aceleran: Interjet vive un proceso de quiebra. Afortunadamente, hay otras aerolíneas nacionales que ya vuelan con biocombustible. En abril pasado, Viva Aerobus anunció que le compró a la empresa finlandesa Neste, un millón de litros de combustible de aviación sostenible hecho con con residuos renovables como aceite de cocina y residuos de grasa animal. La aerolínea anunció que lo usará durante la segunda mitad del 2023 en sus rutas desde el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles hacía Monterrey, Guadalajara y la Ciudad de México.
Aeroméxico tiene su propio programa, “Vuelo Verde” y desde 2011 voló con biocombustible entre México y España. Se comprometió a incrementar sus vuelos con este tipo de combustible en 2030. Todo parece indicar que el proceso de cambio al biocombustible vuela.