Desde la creación del horno de microondas, siempre ha existido la nota que advierte de lo dañino que resulta calentar nuestros alimentos y bebidas en él. Una de los más recientes es el texto For the Love of God, Stop Microwaving Plastic (Por el amor de Dios, deja de usar plástico en el microondas) publicado en Wired.
El artículo reporta el caso de Kazi Albab Hussain, padre primerizo y estudiante de doctorado en nanotecnología ambiental. Impulsado por el interés en lo que llevaba a la boca su bebé, Hussain fue al supermercado, compró algo de comida para bebés y la llevó a su laboratorio en la Universidad de Nebraska-Lincoln.
Junto con otros colegas, Hussain reportó que los contenedores de los alimentos para bebés, al calentarlos en el microondas, liberaron millones de microplásticos e incluso miles de millones de nanoplásticos.
El texto aclara que los microplásticos en realidad son desechados de nuestro cuerpo gracias a los riñones, pero advierte que, “Los nanoplásticos son lo suficientemente pequeños como para atravesar las membranas celulares”. El artículo se extiende en mencionar algunas de las posibles consecuencias sobre la persistencia de los nanoplásticos en el organismo, cómo afectan el metabolismo y alteran el desarrollo sexual y la fertilidad.
Eso sí, el texto antecede su exposición médica con esta frase: “Los efectos de la exposición al plástico en la salud humana no están claros, pero los científicos han sospechado durante años que no son buenos”.
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¡Es ciencia! Así se calienta tu comida en el microondas
“Hay que empezar esto por cómo funciona un horno de microondas para que nos vayamos dando una idea”, inicia la conversación con Goula, Benjamín Ruiz Loyola, docente en la Facultad de Química de la UNAM.
El reconocido conferencista y divulgador de la ciencia, nos explica que el microondas no es otra cosa que una caja con un generador de ondas electromagnéticas cortas. No es nada del otro mundo. Las ondas electromagnéticas, en realidad, comenzaron a utilizarse para transmitir con mayor nitidez imágenes televisivas. Aquí, muchos baby boomers y parte de la generación X recordarán como en los noticieros solía decirse: “Viajemos a través de microondas con nuestro corresponsal en Europa”.
Un día de mediados de la década de los 40, el ingeniero estadounidense Percy Spencer, quien trabajaba con microondas, llevaba en el bolsillo un chocolate. Cuando quiso comerlo, se dio cuenta de que su golosina estaba derretida. Al día siguiente, puso un huevo cerca de la emisión de microondas y éste se coció hasta explotar. Ese fue el fortuito origen de uno de los electrodomésticos más utilizados hoy.
Las microondas son, como indica su nombre, ondas muy pequeñas que al interactuar con la materia aumentan la velocidad con que se mueven las moléculas.
“El diseño de un aparato de microondas para alimentos favorece que haya más fricción entre las moléculas, lo que aumenta la temperatura”, explica el profesor Benjamín Ruiz.
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¿Microplásticos y nanoplásticos tóxicos por calentar en el microondas?
Para el propósito de calentar alimentos y bebidas, existen dos tipos de plástico: el que está diseñado para su uso en microondas y el plástico común. Todos los plásticos tienen un plastificante que los ayuda a ser más maleables. “En los plásticos no diseñados para microondas, el plastificante es lo primero que se desprende al entrar en contacto con el calor. Consumir este plastificante en cantidades muy altas, y hago énfasis en muy altas, puede llegar a ser tóxico”, señala el profesor Ruiz, experto en el manejo de sustancias peligrosas y armas químicas.
Al eliminarse el plastificante por las altas temperaturas, el plástico se hace rígido. En ese momento es cuando se puede agrietar y desprender las micropartículas de plástico que se señalan en el texto citado: “Por el amor de Dios, deja de usar plástico en el microondas.”
Benjamín Ruiz Loyola, quien ha sido inspector de la ONU en la Comisión para el Monitoreo, la Verificación y la Inspección (UNMOVIC) de armas de destrucción masiva, comienza por señalar que aún no se ha demostrado que el horno de microondas libere nanoplásticos. “Lo suponen. Es como decir: ‘Si está casado, tiene suegra’. Mientras no aparezca la suegra… suponemos pero no sabemos”, sonríe a la vez que clarifica con la analogía.
Lo que sí, es que se pueden liberar microplásticos. Que potencialmente puedan ser tóxicos, depende de la cantidad. Como dijo el alquimista y médico Paracelso: “La dosis es la que hace al veneno”. Si se utiliza un recipiente de plástico no apto para su uso en microondas y este desprende plastificante y microplásticos, explica Ruiz Loyola, nuestro cuerpo los desechará.
“Y lo que puedas absorber está mucho, pero mucho, más abajo de lo necesario para que sea tóxico. Se necesita una enorme ingestión”. El investigador prefiere no hacer uso del ejemplo clásico de “Tendrías que beber una alberca llena de…” para dimensionar la cantidad de un ingrediente potencialmente tóxico que podría hacernos daño al ingerirlo, pero asegura que las cantidades de microplásticos que podrían llegar a nuestro cuerpo son ínfimas.
¿El plastificante y los microplásticos son potencialmente tóxicos? Claro. “Pero el agua también es tóxica. Y si no, pregúntenle a todos los que murieron ahogados. Se asfixiaron por ingerir demasiada agua. Depende de la cantidad”, remata el profesor con más de cuatro décadas de dar cátedra en la Facultad de Química de la UNAM.
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Utilicemos el microondas, pero bien. Así debes calentar tu comida
Para disminuir aún más la probabilidad de riesgo a la salud por el uso del horno de microondas, una recomendación básica es no utilizar cualquier recipiente de plástico. Los recipientes de plástico diseñados para usarse en microondas tienen mayor resistencia a la temperatura. Se pueden identificar por un símbolo en la parte baja del recipiente en forma de “olas de agua”.
“Éstos no pierden la flexibilidad, tarda mucho más tiempo en liberarse el plastificante y, en consecuencia, tarda mucho más tiempo en que empiezan a liberarse microfibras de plástico”, subraya el investigador. Aquí más recomendaciones del maestro Ruiz:
Acompaña tus enchiladas con un vaso con agua. La interacción entre las ondas electromagnéticas y las moléculas de agua de los alimentos provoca la deshidratación de éstos. “Al meter un vaso con agua favoreces la cantidad de vapor adentro y reducen la evaporación de tu comida. El agua del vaso también absorbe parte de la energía y no se sobrecalienta el alimento”, expone.
Nunca meter objetos metálicos. Igual ya se sabe, pero un descuido puede resultar grave. El sobrecalentamiento que provocan las microondas es excesivo. “Lo menos que puede ocurrir es que te quemes la mano al retomar esa cuchara que metiste. Lo más grave es que pueda fundirse el metal o explotar, dependiendo de la configuración del metal que hayas metido”, advierte.
Aguas con los biberones. Si se sobrecalienta demasiado un líquido, al abrir el horno y entrar en contacto con el aire frío del exterior, éste puede estallar por la diferencia de temperaturas. Calentar un biberón en el horno de microondas para dárselo de inmediato al bebé es una muy mala idea.
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