La economía circular, el nuevo modelo económico que requiere el planeta, no va a suceder sola. Se necesitan leyes y reglamentaciones que estimulen el avance. La Ley de Economía Circular de la Ciudad de México forma parte de esa avanzada hacia una cadena productiva restaurativa y regenerativa. La meta es consolidar una forma de producción y consumo que genere el menor daño posible (y revertir el que ya se ha hecho) al medioambiente y a la sociedad.
La prohibición de las bolsas de plástico desechables en distintos estados del país fue parte de nuestros primeros pasos legislativos hacia una economía más verde. Luego vino la prohibición de otros plásticos de un sólo uso como popotes, tenedores, cuchillos, cucharas, platos y charolas para transportar alimentos. Todo sin dejar de mirar de reojo a otros de los villanos favoritos: los envases PET y las latas de aluminio.
Envases y empaques seguirán siendo parte central del cambio. Eduardo Legorreta, presidente del Comité de Sustentabilidad de la Asociación Mexicana de Envase y Embalaje (AMEE) y Jade Villagómez, fundadora de Zero Market, una de las primeras tiendas cero residuos en México, nos dan su opinión sobre la Ley de Economía Circular de la CDMX.
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Primero: de qué va esta ley capitalina
La Ley de Economía Circular de la CDMX fue presentada en su Gaceta Oficial el 28 de febrero de 2023 y entró en vigor al día siguiente de su publicación.
Entre sus objetivos están “Incentivar acciones de producción sostenible a través del rediseño, reducción, reúso, reparación, restauración, remanufactura, readaptación, reciclaje y recuperación, entre otras”, se lee en el documento.
Para impulsar este tránsito de las MIPyMES y grandes empresas hacia una economía circular, la Ley plantea tres instrumentos de política pública: Evaluación de Circularidad, Distintivo de Circularidad y Programa de Economía Circular de la Ciudad de México.
La Evaluación de Circularidad es el procedimiento al que pueden someterse las empresas interesadas (aquí es importante subrayar que es voluntario) para evaluar que sus procesos, productos y servicios cumplen con los criterios de circularidad para obtener el instrumento número 2: el Distintivo de Circularidad. Las empresas que sean aprobadas podrán usar esta distinción, al colocarla de manera visible, en sus productos y servicios evaluados. La vigencia del Distintivo de Circularidad será de tres años, con posibilidad de renovarse.
Todo bien, sin embargo, los criterios para determinar si un proceso o producto cumple con el concepto de “ambientalmente circular” aún no se definen. Eso mismo sucede con el tercer instrumento: el Programa de Economía Circular de la Ciudad de México. Según plantea la Ley, será elaborado de manera conjunta por diversas instancias gubernamentales. Entre ellas: Secretaría del Medio Ambiente, Secretaría de Desarrollo Económico, Secretaría del Trabajo y Fomento al Empleo y Secretaría de Educación, Ciencia, Tecnología e Innovación, incorporando las opiniones de otras dependencias en función de sus competencias.
La Ley de Economía Circular de la CDMX tampoco tiene todavía un reglamento que dé las directrices para aplicarla. Así entonces, se plantean dos periodos de espera. La titular de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México deberá expedir el Reglamento en un plazo no mayor a 180 días naturales a partir de la publicación de la Ley. Y se espera que el Programa sea expedido en un plazo no mayor de 90 días naturales posteriores a la emisión del Reglamento.
Sin sacar la calculadora, y si los plazos se cumplen, deben faltar unos seis meses para tener definido cómo se implementará la Ley de Economía Circular de la capital del país.
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La Ley es un buen inicio, con sus reservas
“Una cosa es lo que pide la Ley y otra es la ejecución. Esto último no será de un día para otro”, adelanta Eduardo Legorreta, presidente del Comité de Sustentabilidad de la Asociación Mexicana de Envase y Embalaje (AMEE).
Esta Ley de Economía Circular plantea ejes de actuación y conceptos que suenan muy bien (ecodiseño, empleos verdes, análisis de ciclos de vida, mercados circulares, basura cero, derecho a la reparación y encadenamiento productivo, entre otros), pero cuya implementación queda por ahora en el aire.
Legorreta ve, sin embargo, una buena área de oportunidad para la legislación: “El diferenciador que veo, contra otras iniciativas que se han dado, es que en esta ley las empresas van a poder ser identificadas y valoradas por acciones que muchas ya realizan”.
Jade Villagómez, fundadora de Zero Market, coincide en que el salir de nuestra economía lineal (extraer, producir, consumir y desechar sin miramientos) no será nada sencillo, pero le entusiasma el hecho que ya exista una ley al respecto. “El simple hecho de que ya se esté contemplando, va a ser un gran cambio en el futuro. La Ley no es suficiente porque necesitamos saber cómo pondrá en práctica, pero es un primer paso”, sostiene.
La conferencista en temas de economía circular y economías alternativas confía que suceda lo mismo que con la Ley de Residuos Sólidos de la Ciudad de México que prohibió la comercialización de plásticos de un sólo uso. “Al principio nadie sabía cómo iba a funcionar pero terminó, aunque a medias, por aplicarse”, apunta.
Jade admite que la a ley que prohibió la venta y distribución de bolsas de plástico y envases de unicel, entre otros productos, le falta rigor en su implementación y pide que la Ley de Economía Circular no tenga la misma falencia: “Habrá que establecer instituciones y medidas para revisar e imponer multas, autoridades que puedan verificar que realmente se está haciendo un cambio”.
Por su parte, el presidente del Comité de Sustentabilidad de la AMEE señala que será importante no inventar reglamentos sobre procesos inexistentes en México. “Como que equis porcentaje del material de un empaque o envase sea reciclado, cuando no existe un mercado nacional del reciclaje tan desarrollado para alcanzar el gran cambio que demanda la economía circular”.
Eduardo Legorreta comparte que sólo 6% de los envases y empaques que se producen en México se recicla. Se han tenido muy buenos avances en recuperación, acopio y reincorporación al ciclo productivo de materiales como PET, cartón y aluminio. Pero hay mucho que trabajar en otros envases (también directamente relacionados con la industria alimentaria) hechos de vidrio y en empaques flexibles, como bolsas y películas para envolver alimentos o los pouch (las bolsas en que se venden algunos frijoles, por ejemplo).
Para Legorreta lo que en teoría plantea la Ley de Economía Circular de la CDMX no es algo imposible de lograr. “La Ley es una muy buena base de referencia para empezar a trabajar. Todos los involucrados tenemos que anticiparnos para dar soluciones que hagan esto económicamente viable”, remata.