Mangostán para prevenir enfermedades cardiacas. Nísperos para aliviar problemas ginecológicos. Saramuyo para prevenir problemas renales… afirmaciones como éstas y hasta más exageradas pululan en internet. Tristemente, no son verdad.
“Si alguien afirma que una fruta va a resolvernos un problema de salud específico, que me lo demuestre porque, desde el punto de vista de lo que se puede confirmar científicamente, no es viable”, sentencia Agustín López Munguía, investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM, autor del artículo “Las superfrutas, ¿realidad o mercadotecnia?”.
El especialista comenta a Goula que el término “superfruta” se suele sobrevalorar y que atribuirles cualidades curativas es una práctica común; especialmente cuando de frutas exóticas hablamos. “Resulta muy fácil hacerlo porque las frutas tienen un componente atractivo, inherente al hecho de que son naturales”.
El doctor López Munguía subraya que, aunque está claro que las frutas contienen compuestos nutracéuticos (sustancias que brindan beneficios a nuestra salud), ninguna fruta te va a curar o aliviar una enfermedad. “Estos enfoques mercadológicos sólo pretenden particularizar beneficios a un solo alimento, en este caso a una fruta. Una dieta debe ser diversa en su composición y, ahí sí, las frutas deben cumplir un papel muy importante”.
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Nada con exceso, ni nutrientes ni kilómetros
El investigador de la UNAM señala que hay un par de aspectos más a considerar cuando de variedades de frutas exóticas se trata: 1) tener cuidado con un alimento al que nuestro organismo no está acostumbrado y 2) la huella de carbono que implica el que lleguen a nosotros.
Respecto al primer punto, el doctor López Munguía expone el caso del kiwi, una fruta que de pronto apareció en nuestros mercados y se quedó en el gusto de muchos mexicanos. “Sin embargo, es una de las frutas que genera mayor reacción alergénica (que produce alergias) en poblaciones que no están acostumbradas a consumirla”, antepone. Como cualquier alimento, las frutas exóticas tienen ciertos riesgos y factores nutricionales. Consumidas en exceso nos pueden deteriorar la salud.
El experto invita a que si se buscan nuevas experiencias gustativas en frutos originarios de otras regiones del mundo, se prefieran aquellos que ya se producen en nuestro país.
“Mientras no sea el caso, importarlas tiene un costo ambiental que hoy se ha vuelto crítico porque lo que comemos, y cómo nos llega, aumenta el calentamiento global”, advierte.
Habrá quienes tengan la fortuna de consumirlas casi a diario, pero para muchos otros serán todo un descubrimiento. He aquí algunas opciones de frutas exóticas, que se producen en México y que te darán una experiencia de sabores, aromas y texturas que quizá nunca has experimentado.
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Mangostán
(Garcinia mangostana)
Esta página del gobierno federal expone las supuestas “cualidades” casi mágicas de este fruto: “…combate la inflamación, previene enfermedades cardíacas, reduce la hipertensión, mejora la función urinaria, elimina el mal aliento…”. Mejor nos quedamos con su sabor: los productores chiapanecos de mangostán lo describen como agridulce, parecido al de un fruto cítrico con mango. Por su origen tropical, específicamente del sudeste asiático, el mangostán se ha adaptado bien a las condiciones climatológicas que ofrece la zona del Soconusco en Chiapas. El precio de la “reina de las frutas” —como sus adeptos gustan llamarle— varía, pero uno solo de estos pequeños frutos puede costar unos 30 pesos.
Níspero
(Eriobotrya japonica)
“Los nísperos tienen acción astringente, diurética, antiinflamatoria, antidiabética, saciante, antidiarreica, hepatoprotectora, antiácida, digestiva, antioxidante”, según se dice aquí. Mejor hablemos de sus usos: los nísperos se pueden consumir tal cual, frescos, en forma de mermeladas, jaleas e incluso se puede preparar una especie de aguardiente o licor con ellos. Se trata de un fruto redondo, color naranja, carnoso con un sabor agridulce y refrescante. De acuerdo con la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) el níspero es originario de China; aunque también es cultivado desde épocas ancestrales en Japón. En nuestro país se produce principalmente en el Estado de México. Su precio es de alrededor de 50 pesos el kilo.
Saramuyo
(Annona squamosa)
Es un fruto ovoide que mide de seis a diez centímetros y está cubierto de escamas verdes. El principal estado productor de saramuyo en México es Yucatán. El estudio “Maduración de frutos de saramuyo desarrollados en Yucatán, México”, realizado por investigadores del Instituto Tecnológico de Mérida, establece que su origen no está del todo claro, pero se cree que proviene de Centroamérica y Las Antillas. También es muy apreciado en países como India, Filipinas e Indonesia. A este fruto se le atribuyen, quizá con más esperanza que ciencia, “propiedades anticancerígenas”. Además de que es “utilizado para prevenir problemas de reumatismo, gastrointestinales, respiratorios y renales”, se lee en esta página del gobierno federal. Otra vez, es mejor quedarnos con la experiencia organoléptica: su pulpa es blanca-amarillenta, cremosa y muy dulce. Se pueden comprar 250 gramos de saramuyos por unos 60 pesos.
Jaca o yaka
(Artocarpus heterophyllus)
De acuerdo con Larousse Cocina, la yaca tiene un sabor difícil de describir, pues recuerda al sabor de varios frutos a la vez: mango, piña, plátano, naranja, melón, papaya y guanábana. En México, es posible encontrar campos productores de yaka en Nayarit y Veracruz. Su origen es incierto, pero se cree que puede ser de Malasia o India. La yaca es un fruto muy vistoso por sus dimensiones: cada árbol produce entre 20 a 25 frutos por año y cada fruta puede pesar hasta más de 25 kilogramos. En su interior es de color amarillo, con una consistencia similar a la del mango. Sobre sus “beneficios”, se habla que es un afrodisiaco natural… nada más que decir. Su precio por kilo ronda los 90 pesos.
Rambután
(Nephelium lappaceum)
La catalogan como anticancerígena, que ayuda a transportar oxígeno a los pulmones y reducir la grasa del cuerpo. Lo que sí es cierto es que proviene del sudeste asiático y que encontró en los estados de Nayarit y Chiapas las condiciones climatológicas idóneas para crecer. El rambután es un fruto redondo u ovalado de color rojo claro a intenso. Es fácilmente reconocible por sus “espinas” o “pelos” inofensivos al tacto. Su sabor es un poco ácido y dulce, una combinación que resulta refrescante. La Sader advierte que la semilla dentro de la pulpa del rambután es venenosa y no debe ser consumida. Su precio en los supermercados varía, pero 500 gramos pueden costar 50 pesos.