El pasado dos de noviembre, cien países acordaron reforestar los bosques del mundo para reducir la temperatura atmosférica. Son cien países que, en conjunto, podrían alcanzar hasta 85% de las áreas forestales del planeta. Ese mismo día, 103 países también acordaron la reducción de hasta de 30% de las emisiones de metano para 2030.
Ese despliegue de buenos propósitos globales ocurrió en Glasgow, Escocia, durante la 26 Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también denominada como la 26 Conferencia de las Partes, y más conocida como COP26, por sus siglas en inglés.
La conferencia abarcó desde el 31 de octubre y duró hasta el 12 de noviembre. Destaco aquí que el informe final de dicha conferencia, signado por las delegaciones de 197 países, fue definido como “imperfecto” por el presidente de la COP26, el británico Alok Sharma.
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En ese informe se reafirmó el compromiso de no superar 1.5 grados el calentamiento del planeta a final del siglo, y desarrollar las políticas para reducir progresivamente el uso de los combustibles fósiles, principalmente el carbón.
Este evento de carácter multilateral organizado por la ONU constituye un esfuerzo loable para centrar la atención mundial en estos temas que requieren acciones urgentes en los ámbitos global y local. Sin embargo, los acuerdos y resultados de la COP26 han sido muy cuestionados por su limitado impacto.
Los compromisos de México implican a nuestro sistema agroalimentario
Independientemente de la escasez de recursos financieros para atender las múltiples necesidades que México enfrenta —en materias tales como salud, educación, empleo, vivienda, infraestructura y desarrollo social—, será necesario establecer una política integral y bien coordinada en materia de alimentación.
De otro modo, ¿cómo puede nuestra nación comprometerse a colaborar en la reducción de hasta 30% de las emisiones de metano, con la alta demanda de productos de origen animal como leche, huevos y carne de diferentes especies para consumo interno y para exportación? La gran demanda propicia una robusta actividad ganadera que se considera como una de las principales generadoras de metano.
¿Cuáles acciones se piensan poner en práctica para limitar la generación de este gas de efecto invernadero por parte del sector ganadero? ¿Cuáles serían los efectos en el empleo ocasionados por una eventual limitación en esta actividad pecuaria? ¿Cómo, si fuera el caso, se desincentivaría el consumo de estos productos por parte de la sociedad? ¿Cómo modificar pautas ancestrales de consumo alimentario en el corto plazo?
Este es sólo un botón de muestra de la complejidad de nuestra realidad alimentaria que obliga a considerar, por una parte, el funcionamiento actual del sector en el nivel nacional y el internacional, dada la globalización económica. Por otra parte, subraya la necesidad de contar con una política alimentaria nacional, integral y coordinada, que considere todas las interrelaciones económicas, políticas y sociales.