Los alimentos como parte de los instrumentos utilizados para someter al enemigo. El conflicto bélico que inició el pasado 24 de febrero con la invasión rusa a territorio ucraniano ha permitido ver y valorar, una vez más, la importancia y el uso estratégico de recursos naturales y de materias primas.
Rusia y Ucrania son, respectivamente, el primero y el quinto países más grandes exportadores de trigo; juntos son responsables de cerca del 30% de las ventas internacionales anuales. Entre las primeras reacciones derivadas de este conflicto bélico está la restricción en la exportación de ese cereal.
Las sanciones económicas a Rusia afectan el comercio alimentario. Este tipo de represalias comerciales asociadas a conflictos bélicos no son nuevas. Tienen sus antecedentes en la imposición de un embargo cerealero que tuvo lugar en enero de 1980 cuando la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) invadió Afganistán. Los Estados Unidos restringieron la venta de trigo previamente acordada. Ello dio lugar al famoso término “poder alimentario” que, hasta el día de hoy, forma parte del arsenal estadounidense.
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De acuerdo con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, organismo encargado de proteger a los refugiados y los desplazados por persecución y conflictos, se sabe que cerca de 4.1 millones de personas han huido de Ucrania, en su mayoría mujeres, niños y ancianos. Además, el Programa Mundial de Alimentos (PMA) indica que aproximadamente 7 millones de personas quedaron desplazadas internamente tras el comienzo de la guerra.
Todos ellos viven en una situación particularmente difícil por la falta de ingresos para comprar comida. El PMA ha reaccionado de manera rápida para colectar fondos que permitan asistencia a millones de personas. Su objetivo es llegar a más de 3 millones de personas dentro de Ucrania con distribuciones de alimentos y efectivo, así como a 300 mil refugiados y solicitantes de asilo.
Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señala que la situación alimentaria en Rusia también se ha visto afectada. El gasto de los ciudadanos rusos en alimentos se ha duplicado tras la guerra, y se analiza establecer regulaciones a los precios de alimentos y medicamentos, entre otros productos. Se estima que en Rusia la inflación llegue a casi 24% en las próximas semanas. La inflación anual de los alimentos ya alcanzó el 18.75% al 1 de abril.
La coyuntura también ha empujado a muchas empresas multinacionales a retirar sus operaciones de territorio ruso. Entre ellas, algunas compañías icónicas estadounidenses del sector de alimentos y bebidas como McDonald’s, Starbucks, PepsiCo y Coca-Cola, que interrumpieron sus operaciones en ese país desde los primeros días de marzo.
Independientemente de la postura de neutralidad de nuestro gobierno ante el conflicto armado, sí se debe tomar postura en materia alimentaria. Es urgente tomar medidas para reducir la dependencia en granos básicos. Se debe buscar ser menos vulnerables a los vaivenes geopolíticos de la economía agroalimentaria mundial y, en su caso, a las guerras en territorios lejanos.