En Colombia comer insectos sigue siendo tabú. No se ha logrado masificar su consumo en todas las regiones del país. Daniel Velandia, zootecnista de la Universidad Nacional de Colombia, explica que en el país, la hormiga culona es la que más se consume con aproximadamente el 60% de las preferencias, le siguen los grillos con 25% del mercado y detrás vienen el mojojoy con 10%. El restante 5% es para otras variedades de insectos.
La hormiga culona es el insecto comestible más común en Colombia, especialmente en el departamento de Santander, entre las preparaciones más populares está la de tostarlas vivas al fuego y sazonarlas con sal, su sabor es parecido al maní. También se utilizan en otras preparaciones como salsas y carnes. En el mercado hay hormigas culonas con sabor a limón, chocolate, picantes y recubiertas de miel.
El mojojoy es otro de los insectos comestibles más conocidos del país, una larva que comenzó a ser consumida por indígenas del Amazonas cuando vieron que este insecto era una amenaza a sus cultivos, así que decidieron comerlos. En esta región, este animal pasó a ser parte del menú tradicional. Se puede comer crudo, frito, asado o relleno. El insecto tiene el tamaño de un pulgar y se alimenta de raíces. Es alto en proteínas, por lo que se recomienda su consumo.
Otra alternativa alimentaria es la harina de grillo. Se producen principalmente en Cundinamarca y tiene un gran potencial comercial porque si no se ve al animal hay menos resistencia para probarlo, la harina se usa para hacer otros alimentos y así aprovechar sus nutrientes y proteínas.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en el año 2050 se espera que la población mundial llegue a más de 9 mil millones de habitantes. El reto de alimentar a la población en el futuro es mayúsculo y opciones como la entomofagia, es decir el consumo de insectos, son una alternativa.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), más de 1.900 especies de insectos son aptas para consumo humano.