Los 37 grados de temperatura provocan que hilos de sudor se disparen por todo el cuerpo y la ropa se pegue a la piel. Ahí crecen una tras otra esferas de un color rojo intenso. Lo hacen hacia arriba, van en línea, parecen estar sincronizadas. Asombra su armonía, su uniformidad, su perfección. Son tomates cuyo proceso de maduración está por concluir. Admirar un cultivo de 10 hectáreas protegido por malla sombra al punto de cosecha es todo un agasajo para ojos citadinos. Así es como crecen los tomates en Culiacán, Sinaloa.
Es el cultivo referente de la región, del que el culichi se siente orgulloso. Tanto, que decidieron nombrar así a su equipo de béisbol profesional, los Tomateros de Culiacán, que juegan en la Liga Mexicana del Pacífico.
“El beis, la música de banda y los buenos tomates nos identifican. Somos un estado agrícola; pero en definitiva, el cultivo de tomate nos hace líderes”, cuenta Francisco Campaña, agricultor con más de 25 años de experiencia.
Él ha sido testigo de la evolución y perfeccionamiento de las técnicas de cultivo que han contribuido a que México se consolide como el principal exportador de tomate a nivel mundial. Cuenta que el uso racional del agua, de estructuras de metal para que los cultivos dejen de ser rastreros, que crezcan y maduren bajo el cobijo de malla sombra (una estructura que semeja a un invernadero), ayudan a que los tomates nacionales cumplan con los requerimientos necesarios para exportar.
También, cuentan, y mucho, la calidad de las semillas que se traen de Israel, Europa o Estados Unidos, el nacimiento de las plántulas en el laboratorio y su posterior plantación, así como la supervisión constante de los suelos y la nutrición de los cultivos.
De acuerdo con cifras de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, México posee el 25% del mercado internacional de esta solanácea. Detrás de la cerveza y el aguacate, es el producto que más se vende en el exterior. Su valor se estima en 3 mil millones de dólares. Además de Sinaloa, los estados de Baja California, Baja California Sur, Tamaulipas, Jalisco, San Luis Potosí y Michoacán, también son productores de tomate.
El consumo nacional está más que asegurado, así que en la exportación está el área de oportunidad para los productores. De acuerdo a cifras de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa, el año pasado se exportaron a Estados Unidos —principal comprador del producto mexicano— 2 mil 200 millones de dólares. De enero a septiembre de este año, las exportaciones de tomate al vecino del norte contabilizaron 1.60 mil millones de dólares.
Calidad y sabor, los ases bajo la manga de productores mexicanos de tomates
Uno de cada dos tomates que consumen los estadounidenses creció en suelo nacional. La cercanía geográfica posibilita el abastecimiento, pero lo que realmente marca la preferencia, incluso respecto de la producción de sus propios campos, es la calidad y el sabor de los tomates nacionales.
“Los tomates mexicanos son perfectos y sabrosos, cumplen su proceso de maduración en la planta, a diferencia de los gringos, que los cortan verdes y los gasean para completar su maduración”, explica Sergio De la Vega, propietario de agrícola La Primavera, de las principales exportadoras de tomate en Culiacán.
Opinión que comparte Ioannis Stabropoulos, también productor y exportador, quien está al frente de Valores Hortícolas del Pacífico (Valhpac). “Nuestro producto es de mayor calidad. Trabajamos los cultivos por más tiempo y se les da un cuidado extensivo. Desde el momento en que ellos lo cortan, deja de ser atractivo para los supermercados”, expone.
Ioannis refiere que en Estados Unidos hay dos tipos de industria, la de los restaurantes, cruceros, hoteles y comida rápida, y la del ama de casa que va a los supermercados y eligen perfección y sabor. El primer cliente no ve el producto porque ya va cortado, picado o en puré, pero el otro es mucho más exigente, entra el romanticismo de ver el tomate, tocarlo y revisarlo. Es un ritual de percepción que debe corresponder al imaginario colectivo.
“Esa es la industria que sólo podemos atender nosotros en México, por eso nuestros tomates tienen alta demanda”, sostiene Ioannis.
Guerra comercial con EU y lo que viene para el tomate mexicano
La demanda y preferencia de los tomates mexicanos ha puesto en pie de lucha a los productores estadounidenses, quienes defienden los precios de referencia y hacen todo lo posible para que los mexicanos no vendan a precios inferiores que ellos. EU y México tenían un acuerdo referente a la exportación de tomate desde 1996, y se revisaba cada cinco años, pero el año pasado los productores de Florida pidieron al Departamento de Comercio de EU no continuarlo y solicitaron una investigación en contra de la industria mexicana, pues aseguran que México era el único beneficiado.
En mayo de 2019 decidieron terminar con el acuerdo y, a la fecha, los productores nacionales han vivido incertidumbre. Se les han impuesto cuotas compensatorias por la exportación y revisión del 92% de los cargamentos de tomate que llegan a EU.
“Es una medida proteccionista que va en contra de nuestro acuerdo comercial, no deberíamos atacarnos así”, comenta Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario, quienes en todo momento han acompañado a los productores nacionales en la defensa de sus derechos.
Y como cereza en el pastel, la Comisión de Comercio Internacional de EU informó el pasado 22 de noviembre que los tomateros mexicanos sí realizan dumping. Lo que no especifican es el margen exacto; lo harán a finales de diciembre de este año. Hasta entonces, se analizará el verdadero impacto a las exportaciones mexicanas.
Para los productores, lo que viene es seguir. Tanto De la Vega como Stabropoulus coinciden en que se debe llegar a acuerdos porque el producto mexicano es importante para su mercado.
“Intentan que no les ganemos más participación en el mercado, pero tiene que haber una simbiosis, una manera de coexistir como ha sido hasta ahora. Lo importante es seguir produciendo calidad y a partir de eso competir”, agrega Ioannis.
Stabropoulus es el mayor de los tres hijos de Trifonas, agricultor griego que llegó a Culiacán en 1960. “Nuestro padre murió y su negocio se perdió, quedó su tierra y su legado y por eso fundamos Valhpac, de él aprendimos el coraje para salir adelante”, afirma.
Coraje y estrategia es lo que hará falta para inclinar la balanza a favor de los tomateros mexicanos en esta guerra comercial.