A principios de 2018, la entonces Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) informó que México se consolidaba como el productor número uno de aguacate en el mercado internacional. Nuestro país había conquistado el año anterior las exportaciones mundiales con una participación en el valor global de 45.95%.
Era el resultado de una producción histórica de casi dos millones de toneladas, uno más de los tantos momentos brillantes que en los últimos años ha alcanzado el considerado “súper fruto”, el “oro verde” mexicano.
En la racha que se extendió hasta 2018 —de enero a noviembre de ese año— la producción nacional se incrementó cada mes en promedio 14.5% en relación con los mismos periodos del año anterior. Sin embargo, durante los primeros cuatro meses de 2019, ya con datos de la actual Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader), la producción mexicana de aguacate comenzó a decaer hasta que en mayo las alarmas se encendieron cuando se reportó que la cosecha del fruto fue 1.2% menor a lo obtenido en el mismo mes del año pasado.
Los primeros números rojos en muchos meses trajeron a la mesa las distintas problemáticas que ya se venían manifestando y que hoy hacen de la industria aguacatera uno de los sectores productivos más complejos del país.
Aguacates generan más dinero que petróleo
Los números no mejoraron durante las semanas siguientes y la “crisis del aguacate” se convirtió en noticia nacional: para junio de 2019 la cosecha disminuyó aún más (-2%) y en julio la prensa informaba de un costo récord por kilo, 130 pesos en algunas partes del país.
“El aguacate Hass lleva varias semanas aumentando su precio”, admitía la Procuraduría Federal del Consumidor y atribuía dicho fenómeno, como uno de los principales factores, a “la prioridad a las ventas al extranjero provocando que la oferta del mercado interno sea menor”. De enero a mayo, esas ventas fueron 7.6% mayores, en comparación con el mismo periodo del año anterior.
He aquí el detonador de los desafíos que enfrenta el cremoso fruto producido en México: su inusitada popularidad en el mundo, especialmente en Estados Unidos, nación cuyo apetito por el aguacate parece no tener límites.
“El aumento del consumo del fruto en ese país pasó de 500 gramos, antes de 1997, a 3.5 kilogramos per cápita, hoy en día”, nos comparten desde la Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM).
Casi 9 de cada 10 aguacates que los productores mexicanos exportan son destinados a satisfacer la demanda estadounidense, mercado que alcanzó un valor comercial de dos mil 453.3 millones de dólares durante 2019, de acuerdo con cifras de la Sader.
Para darnos una idea de la magnitud del negocio, dos datos: el aguacate es el principal producto mexicano enviado a Estados Unidos (sólo detrás de la cerveza) y ha llegado a generar más dinero que nuestra venta de petróleo. En 2016, el comercio exterior de petróleo y sus derivados registró un déficit de dos mil 376 millones de dólares, mientras que el aguacate se alzó con un superávit de dos mil 227 millones de dólares.
Inseguridad y violencia cercanas al aguacate
Con alrededor del 78% de la cosecha nacional, Michoacán ocupa el puesto número uno en producción de este fruto. De este estado, el municipio de Uruapan es la joya de la corona de acuerdo con los números que maneja el Consejo Nacional de Productores de Aguacate (Conapa).
Por ello, esta región concentra, además de los beneficios económicos, una serie de amenazas que envuelven la siembra, la cosecha y la integridad del árbol frutal.
Entre los productores de aguacate michoacano es un secreto a voces la presencia del crimen organizado. La multimillonaria industria del aguacate se ha convertido en el objetivo principal para grupos delictivos. Los cárteles se han encargado de incautar granjas, cobrar “rentas” e incluso limpiar bosques protegidos para plantar sus propios huertos de aguacate.
Gabriel Villaseñor, presidente de la APEAM, reconocía hace unas semanas para el diario El País que esa violencia “es un choque entre los dos cárteles que se disputan el control del estado. En ese choque, nos han llevado entre las patas”. Matizó, sin embargo, que la mayor problemática de seguridad en torno al cultivo se debe sobre todo a la delincuencia común: “Hay mucho robo de vehículos, mucho robo de tráileres cargados de aguacate, en los huertos la gente se mete a robar también… la inseguridad ha crecido en varios ítems”.
Ya en septiembre del año pasado, la asociación daba cuenta que ese clima de violencia comprometía seriamente la exportación de aguacate a Estados Unidos. Al ser cuestionados sobre este tema, la APEAM nos manifestó no tener ninguna postura. Consideraron que no era un tema que estuviera en sus manos resolver.
El (dudoso) paraíso del aguacate
La demanda del fruto también ha dado pie a un voraz cultivo intensivo. “El problema es que gran parte de esos plantíos están siendo cultivados de manera ilegal y sin control”, alerta Mayra Elena Gavito, investigadora del Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la UNAM, en un artículo publicado a finales del año pasado en el portal Ciencia UNAM.
Aunque no existen cifras oficiales, el Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias (INIFAP) no ha dejado de señalar, desde hace mucho tiempo, que cada año se pierden cientos de hectáreas de bosque (cifra que con toda tranquilidad podría llegar a miles) en pos de obtener el “oro verde” mexicano.
“No existe ningún tipo de supervisión”, agrega la investigadora Gavito, “por lo que el establecimiento de gran parte de los plantíos de aguacate se lleva a cabo en lugares no aptos para ello, pues son zonas boscosas que son clave para la captación de agua y para otras funciones de regulación en el paisaje con las que el aguacate no puede cumplir”.
Esta sobreexplotación también provoca el deterioro de los suelos y del medioambiente en general. Esto ya afecta a los mismos productores: es una de las causas por las cuales las cosechas de aguacate por hectárea descendido abruptamente en los últimos años.
Un reporte del Centro de Estudios para el Desarrollo Rural Sustentable y la Soberanía Alimentaria presentado en ese año señala la magnitud de este deterioro: “Al primer trimestre de 2017, los rendimientos por hectárea se ubicaron en apenas 4.08 toneladas por hectárea, luego de que en los últimos dos años se mantuvieron en niveles de 10.42”.
Dicho informe advierte además sobre otras amenazas, como las enfermedades del aguacate que afectan el 40% por ciento de las plantaciones y que incrementa considerablemente los costos de siembra, cuidados y cosecha.
Invitamos tanto al Conapa como a la Asociación Agrícola Local de Productores de Aguacate de Uruapan a compartir su visión sobre el control y cuidado en el cultivo de aguacate en Michoacán, pero hasta el momento no tuvimos respuesta.
Sigue siendo el rey
Satisfacer el antojo de guacamole de los estadounidenses, sin descuidar el mercado interno e incluso atender el interés desbordado por el aguacate mexicano en otros países es un “problema” que cualquier industria anhelaría tener. Pero si a lo anterior sumamos los desafíos medioambientales, de producción y de seguridad, podemos comprender un poco el complejo panorama que ahora mismo contemplan los productores de aguacate.
Por lo pronto, el futuro en el corto plazo no es tan sombrío: el súper fruto mexicano parece no amedrentarse, desde el segundo semestre de 2019, comenzó su repunte con toda la intención de alcanzar nuevamente el doble dígito de crecimiento, al que nos tenía acostumbrados cada mes. Lo que demuestra que el aguacate mexicano no está dispuesto dejar de ser el número uno del mundo.