El Sindicato Nacional Alimenticio y del Comercio (SNAC) lleva 103 años en operación. Representa a 25 mil trabajadores afiliados en 465 centros de trabajo en los 32 estados de la república mexicana en empresas como Bimbo, Hershey’s, Ricolino, Mondelēz, Mars, Turín, El Globo y Coronado.
Hace unas semanas, el SNAC anunció la renegociación de un contrato colectivo de trabajo que calificó de “histórica”: un aumento de 13.5% en salario y prestaciones para trabajadores de Barcel. “El incremento promedio en las revisiones salariales del sector alimenticio es de 8.4%. Ese 13.5% se va a más del 50% de la media”, dimensiona Alejandro Martínez, secretario general del SNAC.
Sin embargo, ese no es el pan de cada día para los trabajadores de la industria alimentaria. El líder sindical Alejandro Martínez reconoce que la explotación laboral en empresas de todos los tamaños es una regla dentro del sector alimentario. En esta entrevista además nos da su visión de los sindicatos charros y de los riesgos laborales que llegaron al país con las empresas atraídas por el nearshoring.
“En México hay ranchos que siguen siendo esclavistas del siglo XXI”
¿Por qué es necesario un sindicato nacional alimenticio? ¿Cuáles son las amenazas específicas que enfrenta la base trabajadora del sector alimentario?
La existencia de un sindicato es relevante en cualquier industria, porque somos uno de los países que más quebranta los derechos humanos y laborales. Somos el único bastión de defensa real, legal, para defender y hacer valer los derechos de los trabajadores mexicanos. La industria alimenticia es de las industrias donde hay más explotación. La situación del campo, por ejemplo, es paupérrima. Hay explotación a todos los niveles. Hay ranchos que siguen siendo esclavistas del siglo XXI, con condiciones infrahumanas. Hablo de trabajadores que tienen que dormir con las cucarachas, que no tienen agua, que tienen jornadas de 18 horas, que trabajan todo el día bajo el sol con su propia ropa… Son cosas que los mexicanos no saben. No saben cuánto sufrimiento, explotación y desgaste hay detrás de lo que comemos todos los días.
Quienes lo vemos del otro lado de la mesa podemos llegar a pensar que se trata de problemas del siglo pasado. ¿Qué tan comunes son estas prácticas en todo el sector agroalimentario? ¿Son aún la regla o son casos aislados?
Es la regla. La excepción son las empresas que tienen a los trabajadores del campo bajo las condiciones legales, con salarios dignos, sin trabajo infantil, sin trabajo de migrantes ilegales, sin influencia del narcotráfico. La verdad es que la manera en que se trabaja en el campo mexicano es muy deprimente y grave.
¿Cuál es tu diagnóstico al respecto en los eslabones subsecuentes de la cadena productiva alimentaria?
Sobre todo en lo que es comercio, venta al detalle, venta en tiendas de conveniencia, venta en autoservicio… los trabajadores tienen jornadas extremadamente extenuantes, comisiones muy bajas para la venta…
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“Hay una cultura en el mercado laboral alimenticio muy denigrante”
Pero cuando hablamos de los grandes productores del sector, que también son grandes empleadores, ¿cómo los ves en aspectos laborales?
Grupo Bimbo es el número uno en Latinoamérica en cuestión de cultura laboral. Ahí es donde el modelo sindical es el más maduro. Estamos con ellos desde su fundación. Tenemos relación con Bimbo pero también con fábricas de dulces que tienen 20 trabajadores donde las condiciones son muy distintas. Puedo ver toda la escalerita de culturas laborales, desde el que está premiado número uno hasta con los que tengo desgaste porque todavía creen que tienen esclavos. Bimbo es excepción. Desgraciadamente, la gran mayoría de las empresas en México sean pymes o grandes incluyen en su modelo la explotación del mexicano.
Has tenido confrontaciones con gigantes como PepsiCo y Sabritas porque éstos no permiten a sus trabajadores agremiarse al SNAC. ¿Qué dolores de cabeza quieren ahorrarse las empresas?
La libertad sindical. No quieren que los trabajadores tengan cómo defenderse porque cuando esto sucede se generan gastos a corto plazo que no tenían considerados. Hay muchas formas de explotación, sean jornadas de trabajo desmedidas, sean condiciones de trabajo baratas, movimientos arbitrarios en la plantilla para ahorrar dinero. Llámese Walmart, Soriana, PepsiCo o Femsa con sus Oxxo: cuando no tienes quien te diga “No”, parte de tu éxito es que puedes arrollar. Parte de su modelo es la explotación del trabajador. Por ejemplo, en los Oxxo lo que la gente se roba, se los cobran a los trabajadores. Y si te corren, se cobran de tu liquidación lo que se robaron. Oxxo nunca pierde. En Walmart “secuestran” a las vendedoras trabajadoras en las tiendas, las acosan sexualmente… en Soriana… En fin, hay una cultura en el mercado laboral alimenticio muy denigrante a la que ya nos acostumbramos. No sabes la resistencia de las empresas para que el SNAC no llegue. Están haciendo todo lo posible ellos y sus sindicatos blancos, charros, para que el SNAC no llegue, para evitar que los trabajadores tengan defensa real.
¿Qué se estaba haciendo mal en el sindicalismo de la industria alimentaria del siglo pasado, por ejemplo?
Pues simular que había sindicatos en México. El sindicalismo se convirtió de un movimiento legítimo posrevolucionario a un sindicalismo de papel. Hasta los años 50 había un sindicalismo real. A partir de los 60 se hicieron trueques. Los sindicatos apoyaban las reformas laborales del gobierno a cambio de que éste les permitiera cláusulas de exclusión donde quien no perteneciera al sindicato de la compañía no podía laborar en ella. Eso se volvió en un método de extorsión. Los empresarios vieron que les resultaba mejor pagar un sindicato de papel en sus empresas que nos le diera lata. Y los líderes sindicalistas dijeron “Me sale mejor no trabajar, firmar un papel y que siga la fiesta”.
En México hay una larga historia de ese llamado sindicalismo charro, aliado a los intereses empresariales o de facciones políticas. ¿Ha logrado el SNAC distanciarse de estas malas prácticas a lo largo de toda su historia de más de un siglo? ¿Puede garantizar su transparencia sindical?
Lograr eso nos ha hecho perder contratos colectivos. Le he dicho a empresarios que no somos un sindicato blanco y que tenemos que estar activos. Algunos empresarios nos han dicho “Pues bye”. Otros nos han dicho que está bien, que hagamos lo que tengamos que hacer. Otros nos han dicho que sí, pero cuando ven que esto va muy en serio, se quieren echar para atrás, pero en ese momento ya tenemos más del 90% de sus trabajadores afiliados. Hoy en día no tenemos en nuestro sindicato un contrato que sea de protección a las empresas. Batallamos en muchos frentes para ganarles a los sindicatos charros.
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“Tenemos un camino muy largo que recorrer a nivel salarial”
¿La automatización de los procesos y la incorporación de la inteligencia artificial en toda la cadena de valor de la industria alimentaria es algo que le quite el sueño al SNAC?
Sinceramente no. Mi deseo más fervoroso es que deje de haber mexicanos que tengan trabajos insanos, donde sólo se explote su fuerza bruta y no les aporte nada a su intelecto o a su espíritu. Así son la mayoría de los trabajos de manufactura monótonos. O sea, el poner palitos de paleta ocho horas sin parar, el cerrarle la tapa a un envase. Un obrero haciendo es 8 o 12 horas al día es destrucción física cantada. Si van a llegar los robots a hacer ese trabajo, ¡bravo! Los sindicatos tenemos que preocuparnos en que se preparen a los obreros para el siguiente paso, ya sea operar robots, programarlos, crearlos. El trabajo no se va a acabar. Ya vivimos tres revoluciones industriales y viene la cuarta y siempre dicen lo mismo: “Nos vamos a quedar 300 millones sin empleo”. Mientras se muere el puesto monótono e insano de un obrero, nacen otros puestos con esta nueva realidad. La labor de un líder no es tener a este trabajador cautivo y pelear porque siga siendo un esclavo el resto de su vida, sino llevarlo a que aprenda a manejar esa tecnología y a construirla y a que gane como técnico. Esa es nuestra visión.
Suena muy bien, pero ¿qué tan listo está México para ofrecer esa mano de obra calificada que va a necesitarse?
Estamos muy deficientes en mano de obra calificada. Pero también en el ambiente laboral en México: 7 de cada 10 mexicanos prefieren trabajar en la informalidad y no tener derechos laborales. Por otro lado, el quinto empleador más grande de México es el narco. Tenemos una crisis de mano de obra brutal. Y viene el nearshoring para empeorar la situación.
¿Entonces qué hacer ya? ¿Por dónde empezar ese cambio?
A huevo hay que aumentar los salarios. Esa es la fórmula con la que podríamos revertir que la gente prefiera la informalidad y el narco a un trabajo formal. Que sea atractivo económicamente que alguien prefiera irse a la maquila. Porque les estás enseñando a ser técnico, porque le pagas veinte y tantos mil pesos al mes, porque entre sindicato y empresa me van a ayudar a terminar mi universidad… Adiós al tianguis y adiós al narco. Ese sería el mundo ideal. Que no es irreal. Cuando el gobierno aumentó el salario mínimo o con la reforma del outsourcing dijeron que las empresas iban a cerrar, que los extranjeros se iban a ir con sus inversiones y que México iba a estallar en desempleo. ¡Mentira! Puro bluf de los empresarios. Tenemos un camino muy largo que recorrer a nivel salarial. En Estados Unidos te pagan en un día lo que ganas en México en un mes. Tú crees que los inversionistas se van a espantar. Por supuesto que no. Si con todo y el narco y la falta de infraestructura están llegando. Seguimos siendo un país muy atractivo.
¿Cómo ves que viene el nearshoring? ¿Llegarán empresas asiáticas y europeas con la mejor voluntad de respetar todos los derechos de los trabajadores mexicanos?
No. Los asiáticos son explotadores. Vienen a explotar mexicanos. Que nos quede claro a todos. Los extranjeros que vienen con el nearshoring, vienen por la mano de obra barata, porque nadie se les pone al brinco y porque pueden hacer lo que les da la gana en este país. No hay agua, no hay electricidad, no hay mano de obra calificada… ¿Y aun así quieren venir? Porque pueden pagar 10 dólares al día. Es una gran oportunidad para el movimiento obrero de ponerse al brinco, de volverse a unir, de reconciliarnos con la sociedad, de aprender de las nuevas formas de hacer sindicalismo y decirles a quien sea que venga a México que no es un país de esclavos.