Sus cartas credenciales son inmejorables.Tiene una alta concentración de proteína, facilidad de adaptación ante condiciones climáticas adversas, está considerado como uno de los 50 alimentos del futuro y es un aliado para combatir la desnutrición y el hambre en el mundo. Pero… la producción de amaranto, cultivo nativo de México, lejos de aumentar, disminuye.
El 2019 cerró con una producción de 4 mil 805 toneladas de amaranto, lo que representa un 32.5% menos que lo reportado en 2018; que fue de 7 mil 115 toneladas. La entidad que más amaranto produjo el año pasado fue Puebla con 2 mil 737 toneladas, lejos de las 5 mil 125 que consiguió en 2018. Esta situación se repitió en otros estados como el de México, que registró un descenso del 12.5%. Las cifras son del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), organismo que ofrece un panorama de la producción agroalimentarios del país.
“Su producción siempre ha tenido altibajos y tiene que ver con la situación de los estados productores. Por ejemplo en Puebla y Tlaxcala varios agricultores han vendido sus terrenos a empresas automotrices o de plano los cambian por otro cultivo que pague más”, expone la doctora Hirán Morán, investigadora, catedrática universitaria y fundadora de Grupo Enlace Amaranto, asociación que suma a productores, académicos y transformadores de varios estados del país.
El rendimiento del cultivo también se mostró a la baja. El año pasado se obtuvieron alrededor de 1.5 toneladas de amaranto por cada hectárea sembrada, mientras que en 2018, fueron dos toneladas en el mismo terreno. Morán agrega que a ello se suma la falta de apoyo para los productores, que en su mayoría son pequeños y no reciben lo necesario para completar tanto el proceso de fertilización como el de mano de obra. Todo ocasionó una tormenta perfecta.
La investigadora se ha dedicado a recorrer el territorio nacional para conocer de cerca la problemática que enfrenta el cultivo. Asegura que no se fía de las cifras del SIAP, porque hay productores que no están registrados y quizá su cosecha no se tomó en cuenta, pero reconoce que falta mucho para difundir las bondades de este pseudocereal. Se le nombra así porque proviene de una planta y tienen hojas pero sus estándares alimenticios son superiores a los de los cereales comunes, además de sus pequeñas semillas se puede hacer harina libre de gluten. Por ello trabajan en una propuesta que Enlace Amaranto presentará en tres meses a los diferentes grupos parlamentarios representados en la Cámara de Diputados.
“Proponemos ampliar la superficie de cultivo, que el producto sea mejor pagado y que se privilegie el insumo nacional”, adelanta.
Amaranto como snack saludable
Uno de los motores de Morán para enarbolar la causa del amaranto es la calidad del alimento y las soluciones que puede ofrecer en un país con altos índices de pobreza, desnutrición y obesidad. Incluso, lo posiciona como un snack saludable y nutritivo en tiempos del nuevo etiquetado en alimentos y bebidas.
“La alegría, su preparación más conocida, tiene exceso de azúcares pero se puede reducir con aglutinantes alternativos o se puede transformar en un cereal sin grasa, ni dulce. Tiene muy buena textura, sabor y calidad. También se comen sus hojas y germinados”.
Esa opinión también la comparte la doctora Cristina Mapes, especialista en etnobotánica e investigadora del Instituto de Biología de la UNAM, quien resalta que el cultivo se consume como grano reventado —que es cuando se expone al aire caliente y termina en forma de bolitas pequeñas— pero también sus hojas son comestibles, mejor conocidas como quelites o quintoniles, fuente importante de minerales y calcio, y cuyo valor nutritivo es superior en un .3% a la espinaca.
“El grano tiene más proporción de proteína, entre 13 y 17% dependiendo de las condiciones en las que se cultive, en eso supera al trigo y al maíz, el primero tiene 9% y el segundo 10% de proteína”, explica la especialista.
Mapes agrega que hay otra característica fundamental de su composición y es que tiene alto contenido de aminoácidos, sobre todo de lisina, y no contiene gluten. Hay más de 70 especies, alrededor de 40 son endémicas de América, su cultivo también floreció en la zona inca, y los demás continentes.
“Lo que más me llamó la atención cuando empecé a estudiarlo es que lo hayamos olvidado, se fracturó nuestra cultura de cultivo y cosecha, fue importantísimo en la época prehispánica”, refiere Morán.
Amaranto, cultivo mesoamericano
El amaranto es un regalo de México al mundo. Pilar fundamental de la alimentación y los rituales en las culturas mesoamericanas, fue junto con el maíz y el frijol, la triada base no solo de su alimentación, también se usó como moneda de cambio, al igual que otras semillas como el cacao y el maíz. Siempre tuvo una connotación religiosa, con su masa y sus granos se hacían figuras que representaban a sus dioses y después los comían. Cuentan que los españoles no veían con buenos ojos esas prácticas y Hernán Cortés prohibió su cultivo en la Nueva España, lo sustituyó por el trigo. Hay referencias de su importancia en los códices Florentino y Borbónico. Los naturales lo conocían como huautli, fueron los ibéricos quienes lo rebautizaron con dos nombres: bledos y amaranto, este último vocablo proviene del griego, amaranthus, que significa, flor que no se marchita. Sobrevive lo mismo a sequías que a temporales, justo esa fortaleza es lo que ha hecho que el cultivo, pese a su poca producción, siga existiendo.
Impulso externo, lo valoran más en otros países
Ambas especialistas señalan que sus características como super alimento son más valoradas en el extranjero, pues naciones como España, Japón y Estados Unidos trabajan en el desarrollo de comestibles y suplementos que destaquen sus beneficios, más allá de la elaboración de dulces y productos de panificación; investigaciones científicas señalan su eficacia en tratamientos contra la diabetes, en la disminución del colesterol en sangre y en el retraso del crecimiento de células tumorales.
“Muchos países voltean a México porque aquí tenemos diversidad de semillas nativas y es algo que se debería impulsar para producir más”, agrega la doctora Morán. Por cierto, las cifras de exportación del año pasado refieren que solo el 1.6% de la producción salió, principalmente a Estados Unidos. La cosecha local apenas alcanza para autoconsumo.
Quizá en un futuro cercano, el amaranto recupere su preponderancia. El año pasado fue incluido en la Canasta Básica que promueve la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. La misma dependencia impulsa el Plan para el Desarrollo Sustentable del Amaranto, que busca aumentar la producción y la capacidad de transformación en el país; ya se verán los resultados. Por lo pronto, los campos del cultivo siguen ahí. Resaltan sus flores con espigas alargadas de colores, rojas, naranjas o verdes. Se mueven al compás del viento. Sobreviven. Parecen esperar para recuperar su importancia, justo en la zona que las vio nacer.