Es un tema del que no se habla y se escribe poco. ¿Sabías que la industria agroalimentaria tiene responsabilidad en la extinción de especies animales? La deforestación para ganar espacio a la ganadería acorrala a la fauna silvestre. La buena noticia es que con algo de consciencia e información, el panorama desalentador para jaguares, coyotes, perritos de la pradera o jaguarundis, podría cambiar.
“La industria de la alimentación necesita ser consciente de que es protagonista de la pérdida de biodiversidad”, comenta para Goula el doctor Rurik Hermann List Sánchez, jefe del Área de Investigación en Biología de la Conservación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) advierte en el Informe Planeta Vivo 2022, su análisis más completo hasta ahora, que el 69% de las especies animales del planeta han desaparecido desde 1970. México no está exento y la influencia de la industria de alimentos y bebidas es mucha.
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Los ganaderos y su temor a que los jaguares se coman sus vacas
Existe un conflicto entre los grandes felinos del territorio mexicano y los ganaderos. Un dilema mal comprendido por el lado humano, claro está. Las vacas, que no son animales que corran ni se defiendan, pueden ser presa fácil de jaguares o pumas. El ganadero que ve afectados sus intereses aplica la solución más obvia: disparar al animal salvaje.
Muchos productores no ven el trasfondo de esto. La deforestación en aras de ganar espacio para la producción pecuaria acorrala a los animales silvestres. “Además, algunos ganaderos matan a muchas de las especies que son alimento de los jaguares o pumas”, comenta la doctora Ivonne Cassaigne, directiva de la organización Primero Conservation.
Cuando jabalíes, pecarís y venados desaparecen a causa del hombre, a los jaguares no les queda más que comer reses o borregos, que no son ni de cerca sus presas favoritas. “La industria ganadera es la principal amenaza a la supervivencia del jaguar”, afirma Cassaigne.
En México se han hecho censos y se estima que quedan unos 4 mil 800 jaguares. Habrá quien diga que no son tan pocos, pero es una población que de no ser por los esfuerzos de conservación, asegura la veterinaria de vida silvestre, desaparecería rápidamente.
Cassaigne ha trabajado durante años en diferentes proyectos de conservación de jaguares. Uno de ellos es el que realiza ahora mismo en Sonora. En un esfuerzo por alejar a los jaguares de los terrenos ganaderos, aplican un desparasitante a carne de res y borrego que se da a comer a los felinos. El medicamento, que no tiene olor ni sabor, se aplica en dosis altas pero seguras, y provoca un malestar estomacal a los jaguares. Estos asocian el sabor y el aroma del animal domesticado con el padecimiento y se resisten a volver a comerlo.
“Le dimos el aversivo a un jaguar y se fue. No regreso en meses. Salvamos al jaguar y salvamos al ganadero porque ya no se comió sus becerros”, comparte su primer caso de éxito la doctora Cassaigne.
No es tan sencillo como suena. Aunque esta técnica está comprobada desde hace décadas en otros países, hacen falta estudios para medir su efectividad en jaguares en México. Lo ideal, después de implementar el aversivo, es ponerle al jaguar un collar de rastreo satelital para conocer sus hábitos de alimentación (y asegurar así que no haya viajado a alimentarse en otra zona ganadera).
“Un collar satelital cuesta 3 mil dólares. A veces, la gente piensa que los investigadores tenemos mucho dinero pero no. No estamos pagados por el gobierno y tenemos que buscar recursos internacionales”, advierte la investigadora.
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El perrito llanero y su contribución para extraer nutrientes
Existen dos especies de perritos llaneros o de la pradera en México. El perrito llanero mexicano, que se encuentra sobre todo en los estados de Coahuila, Nuevo León, San Luis Potosí y Zacatecas, y el perrito llanero de cola negra que habita el norte de Chihuahua y Sonora.
De acuerdo con información del gobierno federal, el perrito llanero mexicano se encuentra en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y la NOM-059-SEMARNAT-2010 lo cataloga como en peligro de extinción.
Estas ardillas de tierra que viven en grupos coloniales muy numerosos han sido vistos como una plaga para la agricultura y la ganadería. Así nos lo confirma el doctor Rurik Hermann List Sánchez, jefe del Área de Investigación en Biología de la Conservación de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Se estima que hemos perdido 65% de esta especie debido a estas dos actividades económicas.
“Su método de defensa contra los depredadores es tener vigías que salen de huecos en la tierra y se asoman. Si ven un coyote o un halcón dan un llamado de alerta. Para esto, necesitan que los pastos estén muy cortos”, explica el doctor List Sánchez.
Esto ha llevado a que los productores los consideren una competencia por los pastos para su ganado. Algo muy lejano a la realidad. “Los estudios han encontrado que bisontes, berrendos e incluso el ganado prefieren pastar en las colonias de los perros llaneros porque cuando estos escarban traen nutrientes a la superficie: las zonas donde están los perritos llaneros, los pastos y plantas son más nutritivas”, expone el investigador de la UAM.
Sus hábitos subterráneos hacen que los perritos llaneros cumplan con la importante labor de arar la tierra. Esto resulta en otra amenaza para ellos porque los agricultores aprovechan esos suelos para sembrar sus cultivos y desplazan a las ardillas de sus colonias.
“Y sí, es posible que para evitar que los perritos llaneros que quedan alrededor se metan a sus cultivos, los envenenen”, lamenta List Sánchez.
Los productores pueden informarse y ayudar
Situaciones similares viven otros animales silvestres y salvajes en todo México, como el puma, jaguarundi, ocelote y hasta coyotes, sólo por mencionar algunos. Con algo más de consciencia e información, el panorama desalentador de estos seres podría cambiar. “En vez de ver pastos más cortos y menos comida para sus animales, los ganaderos deberían de considerar la calidad del alimento que ayudan a generar los perritos llaneros”, subraya el doctor List.
Por su parte, la doctora Cassaigne se esfuerza en hacer ver a los productores pecuarios que el acabar con los jaguares, en realidad, les traería más problemas y gastos: “Cuando no hay pumas o jaguares, la población de coyotes crece. Los coyotes son sociales y cazan en grupo. Podrían perder muchos más becerros que con los felinos”.
La también directora de Wildlife Pharmaceuticals Mexico pone como ejemplo Estados Unidos, donde se empeñaron en acabar con estos felinos salvajes y hoy tiene que invertir millones en bajar la población de coyotes. “Y nada más no pueden”, sentencia la veterinaria conservacionista. Incluso el intentar acabar con los coyotes también sería un error. No se trata de acabar con unos o con otros, señala Cassaigne, se trata de aprender a coexistir. “La ganadería va a estar ahí porque es parte de la alimentación humana. No vamos a desaparecer la ganadería, pero si podemos hacerla de una forma más amigable con otros seres”.
Las montas controladas (todos los becerros nacen en un mismo periodo, lo que brinda ahorros en suministros y una producción más eficiente), el silvopastoreo (los animales pueden pastar libremente por áreas delimitadas por árboles), la rotación de ganado por cuadrantes de pastaje (la presencia de ganado se alterna en estos espacios para evitar el desgaste del suelo), y otras prácticas de ganadería sustentable, son parte de las soluciones para preservar el hábitat de los animales silvestres.
“Al final somos parte del planeta. Debemos tratar de vivir en equilibrio. Podemos tener ganado y depredadores también”, concluye la doctora Ivonne Cassaigne.