Cuando estudias la licenciatura en nutrición, no pasa por tu mente trabajar para la industria de alimentos como la primera opción. Tampoco como la segunda, ni siquiera como la tercera. Parecería que es un campo irrelevante. Incluso, estar en una empresa del sector es poco aplaudido o reconocido entre colegas.
Recuerdo en alguna ocasión reunirme con algunas amigas nutriólogas para desayunar en un restaurante con servicio de buffet. Como entre la variedad de alimentos disponibles había yoghurt y cereal de caja, ellas comentaban: “Nada de eso, que tiene mucha azúcar…” ¿Cuánto es mucho, cuánto es poco, cuánto es lo “ideal”? Lo ideal es entender que el balance y la cantidad de los alimentos que consumimos es lo que determina los hábitos de alimentación y salud de las personas.
Los mismos Colegios o Asociaciones que agrupan a los nutriólogos en el país tienen poca interacción con quienes ejercemos el oficio en la industria. Ese distanciamiento lleva a que en el gremio nuestro trabajo se reconozca poco.
Da la impresión de que, si decides trabajar en una empresa del sector, es porque quizás no fuiste lo suficientemente brillante como para ejercer en áreas más prestigiosas, como investigación, docencia o clínica. He escuchado, a lo largo de mi carrera, a colegas decirme: “Eres muy valiente por decidir trabajar para la industria de alimentos… yo no podría”.
No es una cuestión de valentía trabajar para compañías productoras de alimentos. Se necesita en primera instancia el interés de aportar como profesional de la salud a proyectos y estrategias que tengan impacto sobre la salud de la población. Es reconocer que el hecho de ser nutriólogo no necesariamente significa que sabemos sobre alimentos.
El estigma de ser nutriólogo y trabajar en la industria alimentaria
Lo más común es pensar que tan pronto terminas la carrera vas a abrir tu consultorio para poner “a dieta” a todo el mundo. Con eso en mente, ¿quién quisiera trabajar para una industria, si son los “malos” del cuento? Entre nutriólogos también se considera que, por “culpa” de las corporaciones, el problema de obesidad sigue sin erradicarse.
En la mayoría de las Universidades, los programas de estudios de la licenciatura en nutrición no incluyen formación en materias y actividades que son relevantes para la industria alimentaria.
No se imparten con suficiencia asignaturas tales como química de alimentos, taller o laboratorio de ciencia de alimentos, prácticas profesionales en las empresas del sector, mercadotecnia, y otras áreas que son parte de la cadena de producción y consumo. ¿Acaso los alimentos procesados solo se deben abordar desde la ingeniería u otras disciplinas, y no desde la nutriología?
Es una realidad que la consecuencia de que existan nutriólogos que no conocen sobre estos temas deriva en la falta de conocimientos básicos y necesarios para impulsar mejores hábitos de alimentación a través de una orientación correcta.
A los nutriólogos a veces se nos olvida, como gremio, que hay alimentos para diferentes ocasiones de consumo. Me ha tocado escuchar entrevistas, podcasts, videos de Youtube, contenidos en Facebook e Instagram de colegas prohibiendo el consumo de cierta marca de cereal de caja —en lugar de promover el consumo de avena—, o decir que la harina que se ocupa para elaborar el pan de caja industrializado es la “peor” harina del mundo, solo porque no es masa madre.
Se nota que estos influencers nunca han tenido la oportunidad de hacer un recorrido a ninguna planta de producción de alimentos, donde se deben cumplir con estrictos controles de calidad y seguridad alimentaria. Desafortunadamente, la audiencia no lo sabe y no por el hecho de ser alguien con muchos seguidores o popularidad en YouTube o en un podcast, tendría que ser creíble.
La producción de alimentos tiene como objetivo final llegar al consumidor con éxito. Sí, hay que cumplir diferentes atributos, como un buen sabor y el precio. El reto, como nutriólogos en la industria, es sumar nutrición y salud.
Un nutriólogo dentro de la industria de alimentos puede trabajar en investigación y desarrollo de nuevos productos, en el ámbito regulatorio, en la investigación de mercados y la mercadotecnia, en asuntos corporativos. Vamos, hasta en ventas.
El nutriólogo no sólo aporta conocimientos y experiencia, sino que puede impactar positivamente en crear mejores productos y en desarrollar proyectos de educación en nutrición que favorezcan la salud de la población.
No hay necesidad de que entre nutriólogos centremos las conversaciones en debatir si un producto tiene o no un personaje, tiene sellos de advertencia de consumo, o es un producto diseñado para ser indulgente —como un postre— y no se recomienda su consumo frecuente. El hecho es este: a nivel mundial, el consumo de verduras, frutas, leguminosas, fibra y agua sigue estando por debajo de lo recomendado para lograr una salud óptima y prevenir enfermedades.
Como nutriólogos, en verdad falta conocer sobre alimentos; de lo contrario el abordaje que se puede ofrecer a los pacientes, podría estar limitado. Los dejo con esta pregunta: en vez de sólo criticar, ¿no deberíamos mejor tomar posiciones de decisión dentro de la industria y desde ahí generar estrategias que promuevan el consumo de alimentos más saludables?