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Comercio informal de alimentos en la vía pública: la magnitud de un negociazo

Descubrimos que los vendedores preferirían ser formales y pagar impuestos. Si es así, entonces ¿qué intereses políticos y económicos los mantienen fuera del sistema institucional?

“Llevo 15 años vendiendo mis guisados aquí, en este negocio familiar que ha ayudado a sacar adelante a mis padres y a mi hijo”, comparte Karla, joven maquillada con esmero y dueña de ese don de gente para el comercio que no se aprende en ninguna escuela. Ella es vendedora de comidas corridas en un puesto metálico instalado sobre la banqueta en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Karla es un nombre ficticio, pues solicitó compartir su experiencia desde el anonimato.

“El comercio de alimentos en la calle les resuelve la vida a muchos, empezando por el oferente, que es un emprendedor admirable que lucha por salir adelante; sin embargo, lo ideal sería que saliera de la informalidad para convertirse en un empresario de verdad”, analiza José Luis Mier, presidente ejecutivo de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac).

Una tercera parte de la venta de alimentos se hace en la calle

La Canirac estima que la magnitud del comercio de alimentos en las calles de la Ciudad de México es similar a los números que maneja a nivel nacional: una tercera parte de la venta de comida se lleva a cabo a través de puestos fijos, semifijos y eventuales que no contribuyen a la economía formal.

“Nosotros, como cámara, tenemos ventas nacionales diarias por 600 millones de pesos en los restaurantes, lo cual significa que cada día se pierden 200 millones pesos en la informalidad”, estima José Luis Mier.

A decir del presidente de la Canirac, la comida callejera no es una preocupación para los restaurantes de manteles largos, salvo por la mala imagen urbana que esta suele generar. En  cambio, sí afecta a las grandes cadenas de restaurantes (Domino’s, Burguer King, Sanborns, Vips, Casa de Toño…) y, en especial, a los pequeños negocios restauranteros. Estos últimos, debido a sus costos operativos, no pueden competir contra los precios bajos que ofrecen los vendedores a pie de banqueta.

El precio más competitivo que los agremiados de la Canirac pueden ofrecer a sus clientes por una comida corrida es, en promedio, 60 pesos; el costo de una comida corrida en el puesto de Karla es de 45 pesos.

En cuanto a los requisitos para operar, las diferencias se disparan, “Para abrir un establecimiento de preparación de alimentos, nosotros tenemos que cumplir y enfrentar 420 trámites dispuestos en reglas, leyes y reglamentos. Ellos salen a la calle, abren su changarro y ya están vendiendo. Sólo deben cubrir un requisito: su derecho de piso”, afirma José Mier.

venta huaraches

¿Cuántos vendedores informales de comida hay en la CDMX?

Conocer a ciencia cierta el número de vendedores informales que hay en la Ciudad de México es una tarea complicada, y ni hablar sobre cuántos de ellos se dedican exclusivamente a la venta de alimentos y bebidas. Las cifras varían según la fuente que se consulte.

La Alcaldía Miguel Hidalgo, por ejemplo, cuenta con su Sistema de Administración en Vía Pública (Siavip), una plataforma que reporta unos 14 mil 900 vendedores callejeros.

Por su parte, el Programa de Gobierno del actual alcalde de Cuauhtémoc, Néstor Núñez, señala que esta demarcación “concentra el 20% del comercio ambulante de la ciudad, con 70 mil vendedores en vía pública”, lo cual sugiere un gran total de 350 mil comerciantes informales en la CDMX.

Algunos medios de comunicación estiman en 440 mil, el número de comerciantes de todo tipo de bienes y servicios en vía pública, mientras otros reportan apenas 90 mil y citan como fuente al Sistema de Comercio en Vía Pública (Siscovip), una herramienta informática en línea que, en teoría, debería presentar el padrón de personas que realizan actividades económicas en áreas públicas de la Ciudad de México, incluso por giro de negocio.

Sin embargo, en la práctica, dicho sistema ha sido motivo de constantes “análisis”, “actualizaciones”, “mejoramientos” o “ampliaciones” de la autoridad en turno. El pasado 18 de diciembre, el Instituto Nacional de Geografía y Estadística informó que en el país, el 56.7% de quienes laboran, lo hacen en condiciones de informalidad, sin importar el sector al que se dediquen. Es decir, en números cerrados, seis de cada diez personas laboran fuera de la institucionalidad. Ellos genera en total el 22.5% del Producto Interno Bruto.

Los líderes y las cuotas del comercio de alimentos en la vía pública

Es casi la una de la tarde, momento en que el sol pega de lleno en el puesto de Karla. Mientras instala una sombrilla para sus comensales (antes instalaban lonas, pero la alcaldía ordenó quitarlas), Karla nos cuenta: “Aquí se maneja por medio de líderes. Cada líder tiene su zona y sus espacios. Nosotros le pagamos una cuota a nuestro líder para que se apalabre con los de la alcaldía y tengamos la libertad de trabajar”. 80 pesos diarios de lunes a sábado es el pago que ella debe cubrir, abra o no su negocio. Esto multiplicado por 48 semanas al año, nos da un gran total de 23 mil 40 pesos anuales por el “uso de suelo”.

A ello se suman las ocasiones especiales como Día del niño, fecha en la que el líder pide un apoyo para los juguetes que regala a la alcaldía, o el 15 de septiembre, cuando la alcaldía realiza su verbena popular, a la que Karla debe apoyar con su contribución. En ambos casos puede ser de entre 200 pesos y 300 pesos.

José Luis Mier reconoce este problema: “Es cierto, no pagan impuestos pero pagan derechos de intermediación ante las mismas autoridades: ‘Encantado de darte un lugar para que vendas, mi hermano, nada más que está esquina vale tanto’. Es un problema de corrupción, un cáncer que termina por afectar a la industria de los alimentos y que deberíamos eliminar”.

Por lo pronto, sumado a lo anterior, Karla pagó en diciembre: el “permiso anual” y el “regalo” para el contacto en la alcaldía, cooperación que resultó ser de 6,000 pesos.

“En estas fechas nos dijeron que este año la cuota no subió porque tomaron en cuenta que no hay una buena economía”, comenta Karla, quien agrega con resignación: “Siempre queda la incertidumbre de qué tanto dinero va a la alcaldía y qué tanto se queda el líder…pero no puedes decir nada o hacer algo porque si no colaboras, no puedes trabajar”.

Como Karla, hay muchos otros comerciantes que desean entrar a la formalidad pero hasta el momento no han encontrado cómo.

 

venta de fruta 2

Jugos que pagan permiso en alcaldía Miguel Hidalgo

La historia de Joel Cárdenas, en principio, es muy similar a la de Karla: la necesidad de sacar adelante a su familia lo llevó a instalar un puesto de jugos, aguas y licuados en el que trabaja desde hace 35 años y con el que le pudo pagar las carreras técnicas de sus tres hijos.

Joel vende sobre la avenida José Vasconcelos casi esquina con Eje 3 Sur, en la colonia San Miguel Chapultepec primera sección, alcaldía Miguel Hidalgo. En ese lugar comparte la banqueta con otros ocho puestos de comida, entre tacos, empanadas, carnitas y tortas. Los puestos metálicos color blanco tienen lonas azules y algunos de los vendedores visten filipinas negras, en un intento por homogeneizar su imagen.

“Entre nosotros nos organizamos para cuidar la zona y que no haya pretexto para que no nos dejen trabajar: mantenemos limpio, pintamos las guarniciones y hace poco colocamos unas lámparas, pagadas con nuestro dinero, para colaborar en la seguridad de la zona”, señala el vendedor.

Desde el interior de su puesto de jugos, rodeado de abejas atraídas por el néctar de las frutas, Joel comenta que ellos no cuentan con un líder, que cualquier problema que surge lo resuelven entre todos. Su “permiso” lo paga directo en la alcaldía. Por seis meses tiene un precio de 1,500 pesos.

“Las autoridades pasan y supervisan que dejemos parte de la banqueta libre para que la gente pase, pero nada más. No hemos tenido problemas fuertes, como que nos quieran quitar o algo así”, remata.

Abren la puerta a la formalidad en la venta de alimentos y bebidas

Casos como los de Joel son quizá el primer paso para el reordenamiento del comercio informal de alimentos de la CDMX. Seguro serán necesarias muchas más acciones, algunas que suenan casi utópicas como dar de alta en Hacienda a estos comerciantes y ofrecerles con seguridad social.

Karla secunda la idea al afirmar que preferiría ser formal y pagar impuestos que tener que tratar con intermediarios, “pero eso lo veo imposible, es muy complicado”.

Hace ya algún tiempo, nos relata Karla, uno de los vendedores quiso hacer los trámites necesarios directamente en la alcaldía. Los contactos de su líder en la demarcación avisaron a este: “Vino uno de los de tu zona. ¡Atiéndelo!”. El atrevimiento casi le vale su espacio en la calle, pues tuvo muchos problemas para seguir vendiendo.

“Lo ideal es que nosotros hagamos los trámites directamente en la alcaldía porque así se pagaría lo justo, el dinero no pasaría de mano en mano y llegaría hasta su destino que debe ser, pero tienes que adaptarte al sistema que hay”, dice Karla con cierto desconsuelo.

José Luis Mier, presidente de la Canirac, tiene muy clara una parte del camino hacia la regularización de la comida callejera: “En el momento en que estos changarros se den cuenta que el hacerse formales les atraerá 20 o 30 clientes más al día, ellos mismos dirán: ‘¡Pues venga el registro!’”.

* Para la elaboración de este reportaje, contactamos a la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México (específicamente, a la Subsecretaría de Programas de Alcaldías y Reordenamiento de la Vía Pública), así como a las alcaldías Cuauhtémoc y Miguel Hidalgo para conocer las cifras oficiales y su visión del tema, pero hasta el momento no hemos obtenido respuesta.

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